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miércoles, 1 de marzo de 2017

MATEO 6, 7 ORACION

 Mateo 6, 7 - 15: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»


El tema de la oración es, muchas veces, fuente de controversia entre creyentes e incluso entre no creyentes, entre cristianos, budistas, católicos, evangélicos... Unos dicen orar, otros rezar, otros meditar, algunos hablar, contactar... Los hay que recitan una y otra vez una oración, otros que de esa repetición hacen un manthra, incluso los hay que repiten y repiten una fórmula creyendo que en su número se esconde el perdón. ¿Y alguno tiene razón?¿Es que existe una única forma de dirigirse a la divinidad, de converger en ella?

En la comunidad de mateo existía el temor de perder esa identidad cristiana para volver en pos del modelo de la Sinagoga. Por ello, vemos constantemente, hay una comparativa con los fariseos y hay una frecuente pelea entre lo que es correcto, y que hace Jesús, y lo que no lo es, que hacen estos grupos judaizantes. Además, por la época de redacción del evangelio sabemos que el fariseísmo se había convertido en una radicalización del judaísmo antiguo y, como poder latente, en una influencia a veces irremediable para las comunidades emergentes que, perdiendo el fervor escatológico, sucumbían ante aquel poderío.

El evangelista nos deja un modelo de oración, que no es la única manera para orar, aunque sí una de las más utilizadas (por lo menos en la liturgia). Aunque más que en la forma, diría que el sentido de la oración reside en el fondo, que es la actitud de perdón, que en definitiva es regresar al primado del Amor. Por tanto, oramos, rezamos, cuando verdaderamente amamos.

¿Hay que pedir?¿Hay que suplicar? Quizás es que hemos hecho de la oración una forma particular de piedad, o de religiosidad, o de método. Hoy en día hay un choque generacional entre las diversas formas de hacerlo, y ciertamente no sería nada bueno dejar a nadie sin esa particular manera de dirigirse a Dios. Si alguna es mejor, si alguna está mal, si alguno no lo hace como debiera, o si es un mero automatismo... eso, en definitiva, es para cada uno y nadie puede juzgar si aquella oración llega al cielo o se queda en tierra.


Cuando oro, cuando rezo el Padrenuestro y llego a esta parte que dice: perdona nuestras ofensas... pienso en ésto mismo, en que muchas de mis ofensas tienen que ver con que creo tener la razón, tener la forma, conocer el método, pero nada... nada, vuelvo a quedarme desnudo ante Dios y me sale una súplica, una petición de perdón, de vuelta en mí para alegrarme de que, independientemente de quien, de cómo... me hallo entre muchas personas que de algún modo, como yo, sólo quieren hablar con el Padre.

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