Translate

jueves, 2 de marzo de 2017

LUCAS 9, 22. ANTI AGAPE

 Lucas 9, 22 - 25: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»


Aunque bien pueda parecer lo contrario, ya que es uno de los símbolos más característicos del cristianismo, la cruz no es sino el anti agape. Todo lo contrario a la propuesta del Jesús de los evangelios y que se sucede por varios motivos, algunos incluso repetidos hasta la saciedad por la comunidad humana. Hoy, nosotros los cristianos, deberíamos ser más consecuentes con nuetros simbolismos y nuestras convicciones para poder decir, bien alto, que basta ya de poner más cruces, más peso, más dolor, más castigo sobre la humanidad, sobre la ecología... Basta ya de generar nuevos problemas, nuevos conflictos, nuevas guerras. Es tiempo de procurar propuestas, vías de diálogo, encuentros fraternos... de acercarnos más a la existencia, de abrazar a los corazones y de compartir este espacio vital que, por un tiempo, se nos concede.

Nadie va a ser más Cristo por más mortificación. ¿Acaso podemos pensar que Jesús, que Dios, quiere vernos clavados en el madero? No es quizás aquel episodio algo no querido, aunque aceptado?

Fíjense cómo repetimos la historia pues, si las autoridades del tiempo de Jesús que podían hacer algo optaron por no hacerlo, hoy las nuestras también siguen eligiendo callar, ceder, conceder espacio a la violencia. Y más pues, si aquellos discípulos de Jesús se dispersaron en el momento de la cruz, hoy vivimos también como cristianos de reserva. Estamos callados, atemorizados, petrificados... casi fuera de escena. Y más pues, si en el camino al Calvario Jesús cae tres veces, hoy hacemos caer hasta reventar el mundo en que vivimos, tan desigual, tan explotado.

La cruz de cada día la cargamos por lo que somos, por lo que no hacemos, por lo que callamos, por serviles y por sujeciones. Y no nos pesa? Tan fuertes de espaldas somos?

Este camino cuaresmal quiero abandonar los viejos paradigmas de la humillación para convertir el camino en un hálito de esperanza. Pues si Dios quiere algo, debe estar más cercano a la felicidad que al temor, al amor que a la opresión, al servir que al proteger.

No hay comentarios:

Publicar un comentario