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jueves, 6 de abril de 2017

JUAN 8, 51 ANTES QUE ABRAHAM FUERA

 Juan 8, 51 - 59: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: - «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: - «Si yo me glorificara a mi mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: - «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» Jesús les dijo: - «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.


El Evangelio está lleno de interactuaciones en las que el evangelista nos relata cómo evoluciona su propio camino de fe, o el de su comunidad. Juan va descubriendo a Jesús através de sus signos, pero en el trasfondo siempre hay un cierto desconocimiento de quién, verdaderamente, era el Maestro. Por ello, muy avispado, nos plantea ahora esta controversia con los judíos de su tiempo, que no podían reconocer a este Jesús del que se nos habla desde un plano ancestral, previo a la historia de los patriarcas. De un modo parecido, hoy seguimos redescubriendo la figura del Cristo, del que cuando parece que conocíamos algo surge un nuevo apunte, una nueva dirección, un nuevo descubrimiento o una nueva intuición que nos lleva a otro estadio, hasta ahora desconocido.

El relato nos propone algo ciertamente interesante, que ningún grupo termina de comprender ni de conocer las cosas como Dios quiere, en Cristo. Y es que ningún grupo humano desde entonces ha llegado, nunca, a la plenitud de un conocimiento tan ansiado, deseado, buscado, investigado… quien dice que posee la Verdad, miente. Quien cree haber llegado al conocimiento de Cristo, miente… Bien, quizás mentir es muy fuerte, digamos… se engaña, porque no conoce qué es la Verdad (quizás sólo un poco).

El Misterio del Trascendente, que se nos abre en estos días que vienen va a mover la física y el tiempo tal como los conocemos, tal como los vivimos. Nos sumiremos en la experiencia de la Pasión, Muerte y Resurrección del Cristo, inexplicable. ¿Es un recurso teológico?¿Es un hecho verídico?¿Es una interpretación del evangelista? Puede ser que sólo sea ironía de Dios mismo?

Como fuere, estas dudas no hacen más que acercarnos a todos respecto de un único Misterio que sigue cautivando, despertando, salvando, conmoviendo, amando e interrogante a las mujeres y hombres creyentes, que tratan de dirigirse a un Cristo y a un Dios de los que se atisbas amor, esperanza, compasión…

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