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martes, 30 de enero de 2018

MARCOS 5, 21 HEMORRAGIA

 Marcos 5, 21 – 35: Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.» Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.»Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.» Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jairo era un principal del Sanedrín, los jefes de la Sinagoga. Doy de entrada este dato porque hoy quisiera centrarme en esta aproximación que hace uno de los poderosos al mensaje de Jesús o a la fe en Jesús. En Juan, de redacción mucho más tardía, encontraremos también el caso de Nicodemo y el de Lázaro, del que ya muchas fuentes llegan a afirmar que también fue uno de estos importantes que resucitaron a la fe de Cristo; parece que cuando el evangelio se dirige a los pobres, a los del poder poco les interesa si llega más o llega menos, si tiene más seguidores o no… Si el evangelio es una opción por los pobres a los ricos y poderosos tanto les da porque sus intereses están en otro lado. Al poder no le preocupan los pobres, al que reina sólo le ocupa reinar: “tu hija ha muerto ¿a qué molestar al maestro?”.


En la fecha de redacción de los evangelios sinópticos, anteriores al de Juan, se contaba que entre los redactores existía un miedo, creciente, a las consecuencias que lo que se escribía pudiera tener en el seno del Sanedrín. Nos encontramos en el ambiente de una comunidad judeocristiana que convive con un judaísmo que no reconocía a Jesús, incluso lo mató. Para superar este miedo a las consecuencias del mensaje de Jesús en el poder sinagogal deberemos avanzar hacia final de siglo y adentrarnos en la redacción joánica, capítulo 11: La resurrección de Lázaro, el momento en que el Sanedrín decide matar a Jesús.

¿Qué ocurre entre este pasaje y el relato de Juan? Que Jesús toca al poder y el poder se tambalea, porque acercarse a la fe de Jesús es aproximarse a los pobres, tocarlos, implicarse y procurarles aquellos medios que la sociedad gobernadora les dificultaba, controlando por medio de la religión y la hambruna lo que ahora ésta escapada de Jairo o Lázaro puede dejar de provocar. Mientras Jesús ha estado trabajando con los pobres todo iba bien pero ahora que los ricos quieren implicarse en la propuesta del evangelio al Sanedrín le entra el miedo y la simpatía por Jesús desaparece, a partir de ahí buscarán cualquier momento para entregarlo (para matarlo).

Esto ocurre en nuestros días en la mayoría de las dictaduras, aunque también ocurre bajo el escaparate de la democracia y es que a pesar de los siglos, de los cambios, de los avances y de la cultura, el poder cuando se siente acorralado también “mata” al que molesta. Mata, hace callar, miente, desacredita… Utiliza periódicos, televisión, congresos y se vuelca a formar una opinión pública huérfana de decisión. Tocar al poder, hoy en día, también cuesta caro y nos movemos en terrenos que a poco que se remueven hacen subir ese olor a podrido, a dinero sucio, a sangre.


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