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jueves, 3 de mayo de 2018

JUAN 14, 6. CON ESO NOS BASTA

  JUAN 14, 7 – 14: Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto. —Señor —dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con eso nos basta. —¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”? ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por las obras mismas. Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.


Los discursos, como el que tenemos en esta ocasión, son característicos del evangelio. Tanto los signos como los discursos quieren revelar quién es Jesús, su filiación divina, y son signos cristológicos, como también los discursos. En el transcurso del Evangelio, e anuncio del Reino de Dios ha quedado olvidado en Juan, su preocupación es resolver la identidad de Jesús y qué significa Jesús para el creyente. Así que si en los sinópticos estabamos ante el Reino que se instaura en Jesús, en Juan, en cambio, hablamos de una concentración cristológica. Temas importantes de los sinópticos, como las purificaciones, el sábado… desaparecen en la pluma del evangelista.

En los discursos de Juan hay una intención teológica clarísima, aquí sólo habla Jesús. Las preguntas que le hacen, como en este caso Felipe, están orientadas a demostrar la incomprensión del interlocutor. Hasta el punto que pudiera ser un recurso literario del autor, que hace progresar su pensamiento a través de las preguntas de incomprensión de los diferentes personajes a lo largo del evangelio.

Todo ello en aras a que podamos sentirnos interpelados, en nuestra fe, a lo que es trascendental y básico, la identidad de Jesús. Porque sólo desde esta identidad humana y celeste nosotros somos aptos en la historia de salvación como hijos e hijas en el Hijo, como diría Pablo. El fundamento básico de nuestra fe cristiana habla de un Dios encarnado en su humanidad y de un Jesús, histórico, elevado, resucitado y sentado a la diestra del Padre, como Hijo suyo, amado.

El evangelista seguirá dando pistas, signos, exponiendo señales y obras para que, si no es por fe, por lo menos sea por aquello que vemos, oímos, tocamos o vivimos. Atendiendo a que todos estos ítems deben conducirnos, irremediablemente, al Cristo, Hijo de Dios, Señor nuestro.

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