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lunes, 6 de junio de 2016

MATEO 5, 1 FELICES

MATEO 5, 1 – 8: Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados = los mansos =, porque = ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.


Son los pobres bienaventurados? Los que lloran? Los que tienen hambre y sed? Los perseguidos? Qué es bienaventurado?

A lo largo del pasaje del evangelio de las bienaventuranzas, cada exclamación de Cristo tiene, por así decirlo, como dos direcciones: una que señala a todos aquellos que se habían reunido y otra que se dirige a los discípulos. Si nosotros nos fijamos, tanto la una como la otra también van dirigidas a nosotros en este doble sentido: una hacia el Pueblo de Dios y la otra hacia el individuo, o la comunidad, que dice querer seguir a Jesús.

Así, cuando el evangelista comienza: bienaventurados los pobres porque hallarán consuelo, dice que si los pobres son felices, es porque ese consuelo lo van a hallar en cada uno de ustedes, los cristianos (o las cristianas) que los consolaremos, que haremos un paso en firme para compartir su suelo, su realidad y esto es, que nos implicaremos en sus necesidades a fin que la pobreza no se convierta en un instrumento de opresión para el ser humano. Y esa felicidad no vendrá sólo por compartir la vida sino porque este acto de consolar es difícil, costoso y reclama un gran esfuerzo. Así que si somos prestos a vencer el miedo, la felicidad de los pobres también se extiende hacia las nubes, hacia la presencia de Dios. Felices, entonces, vosotros que lleváis a Dios delante de los pobres porque de ellos es también la vida.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque aquí la encontrarán. No decimos que se espabilen. Aquellos que desean justicia serán aquí saciados. Los que desean misericordia aquí la hallaran, pero nunca dejaremos que el ser humano se espabile, se apañe, se las arregle, porque ya conocemos qué sucede con las situaciones de desamparo, con los pueblos que son dejados de la mano del opresor y el peso de la historia nos habla ya mucho de muerte. ¿Cómo podríamos llevar este mensaje a Kiev, a África, a Dominicana…?¿Cuántos bienaventurados que no son felices tienen hambre y sed? ¿Qué respuesta les damos?¿Cuál es nuestra implicación?

Para el mundo el bienaventurado es uno, para Dios es otro. Ayudemos a estos bienaventurados de Dios para que encuentren felicidad en cada bienaventuranza, en cada necesidad, y forjemos a nuevas mujeres y a nuevos hombres que sean portadores de la simiente de Cristo, de la promesa, de la vida.


Participemos de Dios, subamos a la montaña.

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