Translate

sábado, 25 de junio de 2016

MATEO 8, 5 QUIEN SOY YO...

Mateo 8, 5 - 17: En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.» Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo.» Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quién soy yo para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» Y al centurión le dijo: «Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.» Y en aquel momento se puso bueno el criado. Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»


Jesús y el centurión viven bajo el amparo de dos disciplinas absolutamente diferentes. El Cristo lo hace bajo el signo del amor de Dios, el centurión lo hará sometido al Imperio romano. Uno vive instaurado en el orden jurídico militar del poder, el otro vive el Reino con una actitud opuesta, tomando nuestras dolencias y cargando con nuestras enfermedades, tomando en consideración a los más desfavorecidos de la sociedad. Pero entre los dos nace un diálogo que termina en el reconocimiento de la fe del centurión, exaltada por Jesús. Es la conciliación entre los dos sistemas de afrontar la vida que, a pesar de sus diferencias, encuentran un punto de comunión, de confianza. El evangelista nos ofrece la posibilidad de ser espectadores privilegiados que van a ver cómo de la colisión entre dos sistemas de vida opuestos surge una declaración de Dios, basada en la fe. Jesús reconoce la fe del centurión, representante del Imperio. Y esto quiere decir que la realidad de Dios, en verdad, no está tan distanciada de las opciones políticas, o de quienes son parte del poder, o de los que ocupan lugares de dirección…

Ahora, sustituyamos al Imperio Romano por nuestra realidad política, y al centurión por cualquiera de los dirigentes que quieren gobernar. ¿Se imaginan que Jesús se encuentra con alguno de ellos?¿creen que habría tal declaración, tal reconocimiento de fe? Aunque la misericordia y el amor de Dios es tan grande, no sean ingenuos, quizás más acorde a nuestra situación sería coger el capítulo 23 de Mateo, el capítulo contra los escribas y los fariseos.

No obstante, es cierto que necesitamos a personas como este centurión que quieran ocupar el lugar de aquellos otros que sólo viven por y para el Imperio (bancos, energéticas, grandes capitales…), que permiten y promueven la destrucción del mundo, los genocidios, las guerras civiles, el precio de la vida… Necesitamos que el poder se sustituya por la fe, que la corrupción se transforme en amor, que ministros, presidentes y representantes sociales carguen con nuestras dolencias, no sólo sus cuentas bancarias.

Me gustaría llegar a ver, algún día, tras unas elecciones a alguno diciendo: ¿Quién soy yo para merecer su voto? Entonces, si hace falta viajaré a Madrid, me presentaré en el Parlamento y me acercaré a decirle: nunca vi en política una fe tan grande

No hay comentarios:

Publicar un comentario