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martes, 12 de julio de 2016

MATEO 11, 20 JUICIOS Y CASTIGOS

Mateo 11, 20 - 24: En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.» 


Hoy, quizás, no tenemos un argumento tan radicalizado respecto a la religión. Bien es cierto que existen lugares en los que se vive con fervor el sentimiento creyente y que hay otros lugares, en cambio, que se vive dentro de un ámbito más secular. Mayoritariamente convivimos los unos con los otros aunque en ambos sectores hay redicalidades que quieren obligar a las personas a elegir un bando u otro. No se trata de llevar a nadie a nuestro terreno, no debe ser obligando, coaccionando o sometiendo que uno tenga que creer o no creer. La obra es mayor: hay que educar, porque por encima de los milagros, de las grandes manifestaciones, de los lugares de culto o de las mejores homilias existe la persona humana. ¿Alguien quiere rescatar al ser humano? Edúquenlo.

Ya no vivimos bajo la tiranía del castigo o bajo el imperio del miedo por el pecado, son resquicios de épocas pasadas en las que tratamos de controlar a las personas a base de temor, de infierno… Doy gracias a Dios que la mayoría de nosotros hemos tenido acceso a la educación y que, de un modo u otro, ello nos ha permitido usa la razón, la lógica, la intuición… repercutiendo todo ello en nuestra dimensión espiritual. No obstante, quedan muchos lugares del mundo en que la educación parece una quimera y en los que todavía se vive bajo el paradigma del Dios castigador y del ser humano pecador, que vive sometido a la maldad del mundo.

Qué enemigos más poderosos la superstición, la ignorancia, la sumisión… Qué lástima que tengamos segmentos de la Iglesia que promuevan este tipo de vida. Qué pena que no se promueva la libertad de las personas, su unicidad, su originalidad. Hoy llevaría la pregunta que se hizo famosa hace años, por el Vaticano II, “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”

Aunque somos una realidad presente y futura, con vistas a la actualidad y a la esperanza escatológica, no podemos olvidar que el verdadero juicio que se propone en la Tierra es para libertar al ser humano. Por tanto, que no haya más juicios de castigo sino que haya propuestas de paz, que no haya más sentencia carcelaria sino caminos de libertad, que no existan más prisiones, ni infiernos, sino la promoción de la vida.


Cristo nos hizo pescadores, pero no para maniatar en la red a las personas sino para acercarlas a la orilla, darles de comer, liberarlas y dejar que, después, ellas mismas elijan qué tipo de vida quieren. Que se quedan con nosotros… fantástico. Que deciden no hacerlo… ¿quiénes somos para obligarlos?

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