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viernes, 1 de julio de 2016

MATEO 9, 9 SEÑALADOS

Mateo 9, 9 - 13: En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»


Hoy se sientan, o nos sentamos, en el mostrador personas de diversa índole. Lo que antes podían ser publicanos como Leví ahora lo pueden ser todas aquellas personas que han contraído deuda, sea con bancos, sea con hacienda, sea con la Seguridad social, o con la luz... El poder siempre señala y lo hace porque tiene esta especial posición que nosotros mismos les hemos dado. Siempre señalan, siempre acusan, nos dejan sin casa, sin energía y además de llevarnos a los juzgados nos dejan una estela de deuda acumulada que termina aogándonos. Sin duda que Jesús, hoy, comería con todos nosotros, señalados por estas instancias al servicio de otros dioses, que dan culto al dinero y que siguen haciendo sacrificios humanos.

Me preocupa la indefensión que siente la ciudadanía ante los sacrificios que les solicitan las sentencias, los apremios, los intereses de demora y la preocupación de verse fuera de sus viviendas, por ejemplo. Estrés, nervios, noches en vela, discusiones... nos dirigen hacia una convivencia difícil, nos conducen hacia la pérdida de la razón, nos agotan con trámites y además quieren meternos el miedo en el cuerpo, porque parece que fuera de ellos no hay nada más.

Claro, qué ocurre si no puedo pagar la luz, me quedo a oscuras, se me estropean los alimentos... O si no puedo pagar la hipoteca, me dejan en la calle con lo puesto, echado fuera por agentes judiciales o por la policía... O si contraigo una deuda, me imposibilitan el crédito... Nos señalan, nos abandonan, nos asfixian.
Que Jesús se siente con nosotros me deja una doble estampa. Una de esperanza, porque siempre podemos contar con Él, que nunca nos deja, que permanece a nuestro lado. Otra de desconsuelo, porque mientras la corrupción se aviva asistimos como invitados de piedra al dominio de las elites, a la destrucción de empleo, a los recortes educativos o de sanidad... ¿Y quién se sienta con nosotros a comer?


Gracias a Dios que hoy encontramos a muchos profesionales entregados a causas humanas, que buscan y desean el bien para la persona, que tratan de reactivarla a la vida, que quieren recuperarla. Es una mesa muy grande, sin duda, por ello necesitamos más y más amigos y amigas que también quieran comer con nosotros, para que los que señalan, al final, sólo puedan dirigirse el dedo a ellos mismos.

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