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domingo, 6 de noviembre de 2016

LUCAS 20, 27 UN DIOS DE VIVOS

Lucas 20, 27 - 38: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»  Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»


Cuando nos preocupamos por las cosas que poco importan en la vida terminamos por olvidarnos de humanizarla, que en definitiva es el reclamo del pasaje de hoy. Miren, en la situación actual del mundo sólo vemos cortinas de humo: que si un gobierno que sí pero no, que si un intento de atentado (que tampoco) en un meeting del Trump, que si los papeles de Panamá... Escándalos y situaciones que sólo quieren llamar la atención de la gente para que no piensen en lo realmente importante.

Esta mañana repasaba las palabras del Papa Francisco de ayer, sobre la vergüenza que le provoca que sea tan fácil rescatar a un banco y tan difícil mostrar ayuda humanitaria a quienes la necesitan. Europa ha querido anteponer el bienestar de los bancos al bienestar de las personas, han primado el mantener las comisiones por encima de la vivienda, la comida, el salario digno... Y deben haberlo hecho muy bien porque a penas algunas voces que rápidamente caen en el olvido salieron en contra de esa situación vergonzosa. Menosmal que ayer el Pontífice recuperó lo que es importante de la Iglesia: la lucha contra la inhumanidad.

En la Iglesia, en general, hoy estamos demasiado preocupados en cuestiones que, aunque también importantes, desgastan los recursos de quienes desean conseguir derechos y facilitan la vida de los que preferen conservar y retener. Hay luchas que nos conciernen, sí, pero no son lo más importante. ¿Acaso hay que dar prioridad a que los sacerdotes se casen por encima del derecho al trabajo digno?... Como estas otras tantas situaciones que todos y todas conocemos.


Vamos a recuperar el pulso a la vida, vamos a reimplicarnos por el ser humano, vamos a alzar la voz contra el capitalismo y el poder porque ahí está la labor profética de la Iglesia. Vamos a buscar la libertad de la persona, el derecho de los pueblos, el bien común. Luego, sin dejarlo de banda, ocupémonos también de las otras “luchas”. Dios es un Dios de vivos, no es un Dios de marionetas.

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