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sábado, 26 de noviembre de 2016

MATEO 24, 37 ESTAR ATENTOS


MATEO 24, 27  «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.


Mateo es una constante llamada a la vigilancia, al estar atentos no sólo al aquí y al ahora, sino también a la realidad del Reino que ha de venir. El discípulo, por tanto, sólo lo es en tanto que guarda esa vigilancia y de ahí que encontremos, nada más empezar, el ejemplo de los días de Noe en los que la gente andaba distraida. Con sublime maestría Mateo nos sumerge en el mundo de los signos para tratar de explicarnos primero, que la historia es ciclica y que para cada generación se repiten las mismas señales, y segundo, que cada generación es preparación de la venida del Hijo del Hombre. Asi pues, como comuidad creyente, podemos preguntarnos cómo afrontamos los días de nuestra vida, si distraidos por la llamada del Black Friday (por ejemplo) o si atentos, en colaboración con el Reino.

Ciertamente estar vigilantes o en tensión no tiene que ver con la actitud, antigua ya, de cuando íbamos a escuela, atentos a que el maestro no nos llamara la atención, nos castigara, o llamase a nuestros padres. El Reino tiene una actitud de fiesta, de festividad, que además casa con uno de los preceptos del Decálogo que dice lo de santificar las fiestas. Esta actitud, además, tiene en Jesús un plus que nos muestra la forma y la manera de cómo debemos celebrar: comiendo y bebiendo con el mundo.

Esta actitud de hacer mesa y de hacer fiesta, por si fuera poco, estad seguros que va a causar agitación e incomprensión no por parte del mundo, sino de algunos creyentes. No estamos para encerrarnos entre cuatro paredes, ni para hacer que las personas tengan que renunciar a su intimidad o su realidad… estamos para celebrar, para dar nuevas de gozo, para ilusionar, para pacificar con algo tan sencillo como la causa de la mesa, donde se ejerce el memorial del Cristo.

Además, coman y beban no como el que quiere guardar las formas o como el que teme la fiesta. Háganlo con la misma felicidad con la que han sido acogidos por Dios en su mesa, porque si celebramos banquete, es el de Dios mismo en ustedes. Por supuesto, con moderación, pero no se priven de nada, celebren como les gusta celebrar, con su singularidad, con deseo ardiente, con suma atención. Porque no sólo vigila el que espera al Señor sino también quien lo celebra.

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