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lunes, 26 de diciembre de 2016

MATEO 10, 16. SAN ESTEBAN

MATEO 10, 16 – 22Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas. »Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes. »El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.


Resulta inevitable tener que hablar de todas las veces en los que aunque la cristiandad habló, no lo hizo el Espíritu. La historia de la humanidad ha sobrevivido a la palabra del ser humano, aunque ha costado sangre, derrotas, calamidades… que incluso ahora mismo siguen siendo motivo de disculpa. Que malo es mandar cuando el poder se utiliza para maniatar la cultura, la música, la palabra… Siempre hemos estado al arbitrio de los poderes fácticos, sean políticos, económicos o religiosos y los años que corren se añaden al dominio de esos pocos que dicen qué creer, qué comprar, cómo gastar, o qué leer y qué escuchar, incluso a quién amar.

Hablar con entendimiento o poseer don de palabra no lleva impreso en ninguna manera en sello del Espíritu. Hay grandes oradores, sabias, letradas, licenciados, representantes y dirigentes, los que para nuestro tiempo copan los lugares de los profetas, evangelistas, apóstoles… porque hemos pasado de seguir a Dios para alistarnos en las filas del poder humano. Algunos se gustan mandando, a otros les gusta que les manden; la sociedad sigue partida, y esta partición se esconde aún bajo algo llamado intención para que quienes hablen tengan el poder de convencer con toda clase de artimañas (televisión, radio, mítines…), porque seguimos sin leer, sin escuchar música, sin poesía, sin cultura.

Nos asombramos ante un gran signo: fijaos, aquel ha hecho, aquella ha dicho; nos conformamos con lo que nos han dado, con el plato que nos toca, estamos llamados a proseguir el orden del mundo, aunque no el orden de Dios. Seguimos a la iglesia, a los pastores, a los pontífices, a los telepredicadores, a los magos… muchos de ellos/ellas tampoco hablan por el Espíritu.

¿Y cómo atender, pues, cómo saber quién habla, quién domina, quién señorea?

Todo lo que pasa por el amor conduce a Cristo, y por esa conducción hay esfuerzo, dedicación, entrega, gratuidad, libertad, coherencia, consentimiento, hermandad, cariño, aliento y diferencias; así pasa que todo lo que el Espíritu dice también por el filtro del amor. El paso siguiente es que por el filtro del amor también pasa la humanidad, y aquí nos desviamos (o nos quieren desviar).


Estamos llamados a redirigir el camino, el oído, la mirada y devolvernos al filtro del amor. Si la política, las escuelas, la información, la economía, las religiones, la filosofía, la mecánica… pasa por el amor escucharemos, al fin, algo del Espíritu

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