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viernes, 3 de febrero de 2017

MARCOS 6, 14. CORTAR CABEZAS

Marcos 6, 14-29: EN aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista».


El pasaje de hoy viene como anillo al dedo para hablar de la política actual. Vivimos en un tiempo en que todo lo bueno, a veces buenisimo, que surge de las personas termina por relativizarse, gastarse, evadirse o malograrse una vez pasa hacia la frontera política que, sin miramiento, termina con las aspiraciones del ser humano. Si las necesidades sociales, si la pobreza energética, si los conflictos armados, si la crisis de los refugiados, si el problema de la contaminación, si la supervivencia de las pensiones o si la falta de trabajo hallaran a un Jesús, nuestros políticos serían con este Herodes que, aun viendo el bien, le termina cortando la cabeza.

Y sí, todo ello entre grandes reuniones, banquetes, gabinetes de crisis, sesiones parlamentarias... Que no son más que una pantomima que no escapa al imperio de los poderes fácticos. Y también, sesiones en las que siempre aparece alguna Herodias que, con ánimo, pide cortar la cabeza a toda iniciativa profética. El bien que Dios quiere para el hombre no es el mal que el poder quiere. La aspiración a la libertad que promueve Cristo, no es la promoción de la esclavitud de nuestra independencia en democracia.

Pero ante esta situación cabe la alternativa de propugnar la fe, la esperanza, el amor como recursos capaces de plantear una batalla contra la tiranía de los poderosos. Para ello hay que vencer no solo el conformismo sino la idea de que vivimos en una cierta libertad que funciona. Pues la prensa, la televisión, las opiniones, los entresijos de los programas... nos parten y nos posicionan a la par que tratan de anular nuestra capcidad de crítica.

No dejen ni que les corten la cabeza, ni permitan más guillotina. Estamos llamados a Dios, sí! Pero también estamos llamados al cambio, al cambio que clama al Reino.

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