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martes, 10 de octubre de 2017

LUCAS 10, 38. CONFIANDO EN DIOS

 Lucas 10, 38 – 42: Mientras iba de camino con sus discípulos,  Jesús entró en una aldea,  y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que,  sentada a los pies del Señor,  escuchaba lo que él decía. Marta,  por su parte,  se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer.  Así que se acercó a él y le dijo: --Señor,  ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola?  ¡Dile que me ayude!  --Marta,  Marta --le contestó Jesús--,  estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor,  y nadie se la quitará.


¿Cómo hallar el justo equilibrio entre acción y contemplación? ¿Es una vida únicamente contemplativa, o una vida únicamente activa, incompleta? Del pasaje de hoy del Evangelio se bifurca esta doble posibilidad de la vida cristiana, que unos se dediquen a la oración y otros, en cambio, a una vida de servicio. Dos posibilidades complementarias, pero a la vez que no dejan indiferentes ni a unos, ni a otros. Quejas, chismes, o menosprecio, por ejemplo suelen estar presentes cuando en la comunidad o apremia el trabajo, o se necesita más devoción. Ciertamente el sentido de las palabras que propone el evangelista venga a causa de una posible distracción de la comunidad lucana.

Si cogiéramos los hechos de los apóstoles veríamos el tránsito de una comunidad creyente, que expresa su máximo momento de devoción en el pasaje de Pentecostés, a una comunidad que no deja de hacer cosas, muy activa en la evangelización. Ello en contraste con las primeras comunidades paulinas que, como los tesalonicenses, se habían perdido en la espera escatológica con una actitud muy pasiva a causa de la larga espera. En este contexto, Lucas nos interpela al seguimiento y confianza en el Padre. A no desviar la atención, a no perder la esperanza…

Para el autor, los auténticos creyentes son definidos como aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. El cristiano, pues, tiene en la escucha de la Palabra un elemento esencial. Y por ello se insiste en la oración, cuyo ejemplo supremo es Jesús mismo. Una oración, además, que está unida a los momentos fundamentales de la vida de Cristo y a la comunión con el Padre.

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