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domingo, 29 de octubre de 2017

MATEO 22, 34. CON TODO EL CORAZON

 MATEO 22, 34 – 40Los fariseos se reunieron al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta: —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”  —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.



El pasaje de hoy responde a una pregunta que para los fariseos tenía mucho sentido. Ellos, que buscaban el acceso a Dios, lo hacían por medio de normas y reglas, cada vez mayores en número tal que no podían llevarlas a cumplimiento. Es por ello que pretendían una ley más sublime que con sólo cumplirla pudieran satisfacer lo que no alcanzaron con sus 613 preceptos. Es como si este pasaje hoy nos dijera que seguir a Cristo no se liga al cumplimiento de leyes, de reglas, de normas… sino al amor, aunque nosotros somos más proclives a comportarnos como los fariseos que necesitan de la Ley, haciendo más complicado el acceso a Dios. Quizás esconda algún tipo de miedo esto de dar vueltas y vueltas y levantar trampas para no dejar libertad a la presencia divina, o puede que estas leyes hayan mitificado y sirvan para mitificar a Dios. Sea como sea, el amor no es siempre el camino escogido por el ser humano que prefiere anteponer sus intereses al bien global.

Si tomáramos en cuenta, sólo, las cuestiones del armamento y la droga no podríamos sino sentir lástima, indignación o rabia cuando viendo el dolor, o la violencia que generan sabemos que detrás de ellas están no sólo grupos criminales sino, también, gobiernos, países o entidades que se sumergen en el barrizal que es su entramado al público y social. El dinero de la droga se confunde entre el dinero social, el ruido de las balas se ensordece entre campañas humanitarias, y es que el poder ha aprendido a decirnos aquello de que nuestro mundo ya no se rige por la ley del amor sino por la de la economía.

Esto me lleva a pensar en el amor inhumano, que existe, es el amor que vive en mitad del conflicto y que es presa de cualquier tipo de atrocidad. Es el amor que profesan los violentos, que también aman; el amor que se manifiesta como un corazón en el seno del mercado negro;  la cordialidad entre naciones; la caricia de la corrupción, del crimen… Si existe un amor meta físico, o un amor trascendente, o un amor carnal, también existe este amor de perros.

Las palabras de Cristo quieren hoy conmover al mundo para que recapacite y vea de qué forma está amando. Hoy es necesario quitarse la máscara, el disfraz y que por amor a la humanidad se remuevan los poderes fácticos. Este amor a los demás debe vencer el individualismo, el narcisismo de las economías y de los gobiernos, de la banca y de la hacienda, para que no se grave más la dignidad, la libertad, la felicidad del hombre, o la mujer. Hoy deben ponerse los límites para que dentro de un tiempo emerja el buen fruto, otro amor más pleno, más solidario, más entregado. Hoy todo padre, toda madre, debe mostrarle el legado a sus hijos: el amor al prójimo, que pasa por el amor a la naturaleza, a la Tierra, a las culturas, a las diferencias…


La vida en nuestro mundo no la rectificará la ciencia, ni la política, ni la biología, ni la psicología… sólo la cambiará el amor. Recuerdo aquella imagen de alguien entrando una margarita por el cañón de un rifle de asalto, al miedo no hay que temerlo… hay que amarlo, darle amor y quizás así recapacite, y cambie.

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