Translate

domingo, 15 de octubre de 2017

MATEO 22, 1. CELEBRANTES

 MATEO 22, 1 – 10: Jesús volvió a hablarles en parábolas, y les dijo: «El reino de los cielos es como un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus siervos que llamaran a los invitados, pero éstos se negaron a asistir al banquete. Luego mandó a otros siervos y les ordenó: “Digan a los invitados que ya he preparado mi comida: Ya han matado mis bueyes y mis reses cebadas, y todo está listo. Vengan al banquete de bodas.”


Si a uno lo invitan a una boda, normalmente acude presto y dispuesto a la celebración. Bien, a no ser que el cubierto valga un dineral o, puede pasar, que no haya demasiado buen feeling con los que celebran. Pero normalmente, cuando a uno lo invitan es porque hay, mínimo, una cierta relación de amistad, de amor, de afinidad… Y, qué caray, celebrar una comunidad de amor es algo que siempre apetece porque en este mundo del conflicto hay que empezar a saborear los momentos de triunfo del amor que, gracias a Dios, siguen siendo también muchos.

Es curioso ver el cuidado que pone el celebrante, que ha preparado todo lo necesario para que los invitados sólo tengan que acudir, sentarse, gozar y saborear la comida, la bebida… Además, no vienen a servir sino a ser servidos. Un Rey invita a sus amigos. Y esto, voy a zambullirme en política, no ocurre en la mayoría de monarquías europeas donde sólo caben el poder, la economía y, bueno, quizás algún sector de la cultura, el deporte… aunque no es habitual.

El banquete para el cristiano es la ocasión de celebrar, recordar, alabar, adorar, amar y dar gracias. No es poco, desde luego. Y en este sentido cada día hay un rey, o una reina, que nos invita a su boda, a su mesa, a su casa, a su iglesia… y lo hace como acto de amor. Lo hace esperando un sí. Lo hace con satisfacción. Y lo hace como señal de apertura y de hospitalidad. Quiere honrar a sus invitados. ¿Cómo podemos decirle que no?

Hoy no voy a entrar en la negativa sino que sólo quiero dejar patente esta voluntad de aprender a ir allí donde nos invitan, porque algo precioso esconde la invitación y no merece la negativa. Sintámonos pues afortunados de tanta oportunidad para el banquete y digamos sí a la celebración, que también es un signo de cristiandad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario