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viernes, 8 de diciembre de 2017

LUCAS 1, 29. INMACULADAS

 Lucas 1.26 - 38: En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.


El pasaje de la Inmaculada hay que entenderlo dentro de lo simbólico. El evangelista nos narra una expresión de fe para enmarcar la concepción de este Cristo al modo de otras tradiciones que corrían en paralelo con la cultura del tiempo del autor. La Biblia está repleta de relatos adaptados de tradiciones sumerias, egipcias... y no nos tiene ni que extrañar ni que sobresaltar que de ellas se surtan para determinar lo excepcional de la experiencia del advenimiento. Ser personas de fe implica conocer, reconocer y tomar conciencia de que no todo es literal y que no todo tuvo porqué ser así.

En esta catequesis, Maria es la esclava del Señor. Quizás hoy podríamos avanzar y traspasar ese patriarca mismo inherente al Evangelio. Por qué debemos mantenernos en una tradición nde esclavos cuando somos llamados a libertad? Por qué seguir reconociendo nuestra maldad ante un Dios que nos ama y perdona? No es tiempo de buscar paradigmas más actuales? Mejor reflexionados? Creo que sería síntoma de una buena y cuidada espiritualidad que dejáramos ya viejos patrones de inmundicia y subyugación.

Con todo, es tiempo de coger esa afirmación de esclavitud para Dios desde la obra social y la lucha contra la injusticia. Somos esclavos porque hacemos esclavos y, amados, hay que poner fin a esta situación. Si somos esclavos somos servidores y si somos servidores somos amigos de Cristo, hijas de Dios.

Me gustaría, en este breve texto, invitar al cambio e la relación entre nosotros y ante Dios. Hacer del mundo un lugar de inmaculadas que den a luz hijas e hijos de Dios. Un lugar de prosperidad e igualdad, de amor y de libertad.

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