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sábado, 2 de diciembre de 2017

LUCAS 21, 34. VIVIR LA VIDA


Lucas 21, 34-36: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»


Es normal que muchas veces demos al Evangelio un carácter demasiado moralista. Tanto que estamos más cerca de decalogos y de preceptos que de la libertad a la que fuimos llamados en la fe. Está claro que la vida no puede verterse en excesos, pero no hace falta volverse asceta para ser fiel a la Palabra, o para ser cristianos. Es decir, que nadie se escandalice porque salir a tomarse unas cervezas, un vermut, o ir al fútbol, a bailar...también constituyen actitudes de Reino. En definitiva la vida es celebración, no abnegación (aunque no venga mal como ejército lo espiritual de vez en cuando).

Los evangelios nos hablan de aquellos que acusaban a Jesús de bebedor y comilón, sería que el Cristo era un celebrante, alguien que entendía la vida como un encuentro, desde la radicalidad, absorbiendo cada momento, disfrutando de sus amigos... Ciertamente una gran forma de ver la vida y de hacer amistad, aunque cada cual sabe de qué manera vive su tiempo y sus relaciones.

Hacer moral no es necesariamente hacer Evangelio o construir Reino, bien al contrario. Hacer Reino es aceptar la singularidad del momento, gozando. Y sea entre el bullicio, sea en la meditación, sea en la oración, o sea en el apostolado, entregándose a la maravilla de existir.

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