Translate

viernes, 1 de diciembre de 2017

LUCAS 21, 29. MIRAD LA HIGUERA

 LUCAS 21, 29 – 33: Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


Esto de ver la imagen vegetal de la higuera puede tener para nosotros una reflexión hacia la actualidad: ¿somos capaces de conocer la cercanía del “verano” viendo los brotes que echa nuestra Iglesia? O ¿esos brotes de la Iglesia son echados a perder por las diversas tormentas, granizos, plagas…? Claro, si estos frutos que vienen se vieran perjudicados, de algún modo, por una vida en la intemperie pues diríamos que a causa del contacto del contacto con la vida esa cosecha no ha visto fruto a pesar de que se la ha cuidado, cultivado, mimado, guardado, regado… Por el contrario, tengo que decir, estas inclemencias del tiempo no vienen de ningún contacto social sino que, valga me pese, suelen proceder de la estructura misma: ¿cómo forma la Iglesia a sus sacerdotes, diáconos y creyentes en general? O cuidamos nuestra higuera, o estamos condenados a no ver fruto.

Este contexto es de vital importancia ante una situación extraña en que nadie parece saber muy bien hacia dónde ir, a quién escuchar, qué esperar. Por un lado tenemos la esencia de una espiritualidad de saneamiento inspirada en el deseo de apertura, diálogo, compromiso social… Por otro lado esta la conservación, la sobreprotección de la moral y el temor al progreso (sea cultural, técnico científico…). Un vértice molesta al otro, entre los dos se impide el crecimiento. La cosecha se pierde.

Tanto si uno rema sólo y en un lado como si reman dos pero cada uno en oposición del otro la barca, o no se mueve, o da círculos. Así tenemos la reflexión cristiana a día de hoy. A pesar de las muchas fórmulas y tratados, porque tenemos muchísimos y muy bien redactados, seguimos sin penetrar el sustrato y si la tierra no está cuidada, si la fe no se interioriza y si no llega al tiempo la lluvia, también perdemos la cosecha.

Pero bien, no todo son pérdidas, ¿si? El mundo sigue girando en torno a la bondad, la solidaridad, el amor y otros tantos valores grancias a los que sobrevive el ser humano. Hay cosechas buenas, aunque no sean de denominación creyente. Hay higueras de las que se puede entreveer el fruto. Hay momentos en que la ilusión llama al verano y en el que los campos florecen de vida. Allí se comerá, año tras año, un fruto que para nosotros es don de Dios y para otros obra del esfuerzo humano, o de las técnicas de cultivo. Hagamos entre todos para cuidar los campos de todos, uniendo trabajo. Y que de la aportación de todos logremos salvar lo que ahora se pierde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario