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jueves, 7 de diciembre de 2017

MATEO 7, 21. EN LA ROCA

 MATEO 7, 24 – 27«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.»



La clave del discípulo de Jesús, para Mateo, será edificar sobre la roca. Esto querrá decir que el discípulo ha comprendido perfectamente sus enseñanzas y que, no sólo eso, sino que además las pone por obra, con justicia y de un modo radical y espiritual. Para nosotros, edificar sobre la roca va a resultar una actitud sobre la que podremos fundamentar esa libertad con la que somos llamados a pertenecer a la familia de Dios como hijos, o hijas. Estamos llamados a edificar nuestra vida desde el fundamento sólido de quiénes somos y de lo qué somos, no desde lo que otros esperan, o quieren, o intentan que seamos, porque edificar en esa arena de las ilusiones, de las apariencias, terminará por echar por el suelo nuestra vida, nuestra luz y la obra de Dios en nosotros.

Ojo, que construir en la roca no quiere decir que los padres, o las madres, tengan que estar velando para que sus hijos edifiquen sobre aquello que conforma su propia red de seguridades, sino al contrario: para poder, finalmente, edificar en la roca, quizás haya primero que dejar que se edifique en la arena y que de esa experiencia de vida se alcance finalmente la roca, que es Jesús, no las seguridades de nadie, ni el comportamiento de nadie, ni el patrimonio, o el trabajo… aunque seguro que todo ello ayuda un poco.

Nuestra vida es un continuo construir, que a veces sucede en el terreno más inestable y otras allí donde uno se puede fundamentar. De la experiencia de la inestabilidad podemos aprender mucho, porque sea en la arena o sea en la roca, vendrán vientos y tempestades que serán ineludibles porque así ocurre en la vida. Y no pasa nada si alguien edificó en la arena, o si aún estando fundamentados en la roca hay alguna ampliación de nuestra finca vital en la arena, porque la vida es aprendizaje, y también es equivocarse, errar, no hacer caso… Cuando ocurra, recuerden dónde está la roca, porque su roca les sigue esperando y allí tienen su castillo, esperanza mía (dirá el salmista).

Como edificadores, o como arquitectos, o como constructores de cualquier índole, sean empresarios o trabajadores, con más o menos experiencia, todos estamos llamados a fundamentar la vida en Cristo, y no hay mejor lugar. Mateo dirá que esta roca tiene que ver con la voluntad de Dios, que es que nuestra vida no caiga sujeta a estas inclemencias que tienen capacidad de destruirla, de someterla, de maniatarla. La invitación es para acudir a la roca, y desde la roca que cada cual levante su propia casa, su edificio, su local… porque como ciudad, en esta roca habrá de todo, y así edificios más grandes y pequeños, casas unifamiliares, hospitales, museos… y por la luz no se preocupen, que en esta roca no entran las eléctricas.

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