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domingo, 31 de diciembre de 2017

LUCAS 2. FIN DE AÑO

 Lucas 2, 22-40: Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones". Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»


Cerramos el año. Podríamos quedarnos en un deseo de mínimos cuando expresamos aquello de que bien está lo que bien acaba. Podríamos, también, quedarnos en los deseos a corto plazo que se condensan en una feliz entrada de año. Igualmente podemos lanzar un órdago expresando nuestro deseo de que a todos nos llegue un feliz 2018. Y aunque es cierto que os deseo de corazón todo ello, no es menos cierto que no quiero acabar, ni empezar, el año desde una vida de mínimos porque, voy a decirlo, ninguno de nosotros está en este mundo para racanear el don y la tarea de existir; una aventura a la que somos arrojados desde el corazón de Dios y de la cual participamos desde algo tan simple, pero a la vez tan grande, como el respirar.

Inspirar, expirar. Entrar y salir. Yo y Tú. Respiro vida, una vida que no puedo quedarme porque si aguanto la respiración me ahogo. Por lo tanto devuelvo esa misma vida para volverla a tomar y volverla a dejar ir. Un movimiento que traspasa mi Yo para llegar a Ti y que de Ti regresa a mí. Salimos del Yo para llegar al Tú y los cristianos, además, del Yo y el Tú para establecer con Él una relación vital que es don y que nos viene regalada.

Ocurre igual con nuestro corazón, incrustado en el movimiento mismo del universo, que es contracción y expansión. Ocurre, también, con la historia, que es vivida y transmitida, recordada y heredada. Y, claro, lo mismo pasa con nuestro planeta, que nos cuida y al que debemos, debemos, debemos, cuidar.

Todo ello es Buena Noticia. Todo ello es Evangelio. Formamos parte de una huella cósmica como debe haber muchas más de las que ni tenemos constancia. Somos porque existimos y existimos porque nos han amado.

Que este próximo año nos situemos en la máxima del Amor, desde el amor a nosotros mismos, el amor a los demás, el amor por la vida y el amor por nuestro planeta. Que me deshaga de mis mínimos y luche por mis máximos. Que todo el amor que nos han dado podamos devolverlo. Que esta vida regalada podamos también obsequiarla.
Feliz año a todos.

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