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miércoles, 5 de diciembre de 2018

LUCAS 10, 25. ESCRITONEN LA LEY

 Lucas 10, 25 - 37: En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»  Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»  Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»  Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»


Viendo la actualidad diría que faltan samaritanas y samaritanos. Corrijo, bien es cierto que el mundo está lleno de samaritanos que corren al auxilio de las personas, que se preocupan por el prójimo, que tienen cuidado del mundo y de los seres humanos, que gastan su tiempo, su sueldo, sus fuerzas por amor y gracias, de verdad, que existen porque hacen que el mundo en el que vivimos sea, día a día, un poco mejor. Pero también es cierto que faltan muchas, muchos, samaritanas y samaritanos para que esta vida de solidaridad continúe y no se agote en aquellos que ya hacen su servicio a los demás. Es necesario promover esta actitud, es urgente educar a las personas para el auxilio, es primordial que cualquier sociedad tenga mecanismos de ayuda social, económica, ecológica… Debemos rendirnos ante la evidencia: hay que volver a la misericordia.

Soy muy crítico con la política de nuestro tiempo porque es la que nos toca vivir, es un poder deshumanizado, que valora por encima de las personas a los grandes intereses, que utiliza el poder para pasar de largo de las muchas problemáticas que hay en la sociedad. Hoy niegan la opción a sacar adelante la ley de pobreza energética, hoy se prima a las energéticas, se cobra la luz o el agua a precio de oro, existen hospitales públicos sin los medios para paliar el calor del verano, se salva a los bancos y a los equipos de fútbol… judicialmente se favorece a la monarquía, no se persigue el gran fraude, se permite la fuga de capital, se esconden las cajas B… tan siquiera conocen qué vale un café a pie de calle y nos quieren decir que conocen las dificultades con que vive el ciudadano, mentira! Nuestra política, a elegir, puede ser el sacerdote, el levita o incluso los bandidos, que también hay muchos.

Entonces, qué nos queda a los que procuramos algo mejor para nuestro pequeño mundo. El Papa Francisco dijo que se necesitaba a una Iglesia que fuera un hospital de campaña, pero también necesitamos a una sociedad que quiera ser posada, o posadero. Está bien que se quiera implicar a la Iglesia en la reconstrucción de la humanidad, pero también hay que edificar lugares de paz entre ciudadanos, abrir casas, acoger a personas, situar espacios de bondad en medio del mundo del consumo… El que pueda ofrecer una habitación, que la ofrezca, el que pueda abrir una posada, que la abra… y el que no tenga medios ni para una, ni para otra, que abra su corazón, que también es un precioso lugar que permite vendar heridas, curar y pacificar las situaciones.

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