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lunes, 17 de diciembre de 2018

LUCAS 10. COSECHA ABUNDANTE

  LUCAS 10, 1- 9Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir. «Es abundante la cosecha —les dijo—, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo. ¡Vayan ustedes! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero ni bolsa ni sandalias; ni se detengan a saludar a nadie por el camino. »Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa.” Si hay allí alguien digno de paz, gozará de ella; y si no, la bendición no se cumplirá. Quédense en esa casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador tiene derecho a su sueldo. No anden de casa en casa. »Cuando entren en un pueblo y los reciban, coman lo que les sirvan. Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.”



El pasaje se enmarca en un tiempo y una cultura muy determinada, el evangelista usa recursos y ejemplos del momento en que ocurrieron los acontecimientos y a nosotros, hoy, muchas de estas situaciones que se escriben en los evangelios nos resultan distantes, lejanas, incluso incomprensibles. Nos separa la historia aunque nos une la fe y del Cristo histórico al Cristo interior se suceden los siglos y las interpretaciones, las unas enriqueciendo a las otras. Todo ello en el seno de una comunidad distinta según el territorio en que se viva esa experiencia de Jesús. El evangelio de Lucas, como los demás, recoge en escritura una tradición oral que fue transmitiéndose de unos a otros hasta llegar al editor del relato, que una vez compila todos los datos, escribe toda esta relación de acontecimientos que vienen a resumir una idea determinada en Jesús, constituido como Reino de Dios y como esperanza a los seres humanos.

La idea figurativa de Jesús, aun siendo la misma, se presenta en muchas formas de entendimiento según el autor o los autores. Existe el reflejo de Marcos, de Juan, de Mateo, de Pablo, de Lucas y de los diversos autores de los textos, que han querido transmitir una experiencia de fe definitiva como testimonio de la voluntad salvífica de un Dios que, en esencia, se revela para amar, perdonar y para liberar. Los ejemplos que se usan o las situaciones que se representan, en ocasiones, no llevan a expresar el 100% de un momento histórico cierto, más bien conducen a un reclamo existencial con el que quieren participar cada uno de ellos a sus respectivas comunidades o conjunto de comunidades. De ese modo, en los evangelios, se sucede la historia y la intención conjuntamente. La intención del autor humano se une a la intención del autor divino y ambas son inseparables.

Así nos encontramos con un pasaje como el de hoy, un relato que podríamos espiritualizar de muchos modos: poneos en camino, rogad al dueño de la mies que mande obreros a la mies, como corderos en medio de lobos, está cerca de vosotros el Reino de Dios… Aunque también podríamos no hacerlo y leer este pasaje como la transición de un momento a otro dentro del suceso de Jesús y sus discípulos. Es decir que, como cada día, podemos llevar esta palabra, o no, a nuestro corazón y dedicarnos a meditar cómo está bajo la perspectiva de un texto del evangelio.

Sea como fuere, sirva o no para mirar nuestro interior, que sea palabra no quiere decir que sea cierto. El texto es susceptible de muchas cosas, entre ellas de ser construido por el autor definitivo, no por Jesús. Pero la obra espiritual, lo que el texto transmite y cómo lo acojo en mi corazón sí que es susceptible de verdad y me conduce a ella. Es entonces cuando trabaja en mi la obra regeneradora de Dios en Cristo y cuando la experiencia de Jesús se hace vívida, independientemente de los trances históricos.

Hoy atiendo que el evangelio no siempre permite una experiencia piadosa a mis situaciones, no siempre trasciende hacia lo espiritual porque también depende de mi percepción, de mi estimulación y de cómo acojo, o no, la palabra. Sea como fuere no hay que perder la intención del texto, que por un lado es humana aunque por el otro sea divina.

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