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viernes, 3 de abril de 2015

JUAN 18 NADA MAS QUE VER

JUAN 18, 18 – 33: Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.» Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego. —No escribas “Rey de los judíos”—protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos. —Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato. Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Tomaron también la túnica, la cual no tenía costura, sino que era de una sola pieza, tejida de arriba abajo. —No la dividamos —se dijeron unos a otros—. Echemos suertes para ver a quién le toca. Y así lo hicieron los soldados. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: «Se repartieron entre ellos mi manto, y sobre mi ropa echaron suertes.» Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa. Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña  y se la acercaron a la boca.  Al probar Jesús el vinagre, dijo: —Todo se ha cumplido. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Era el día de la preparación para la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz en sábado, por ser éste un día muy solemne. Así que le pidieron a Pilato ordenar que les quebraran las piernas a los crucificados y bajaran sus cuerpos. Fueron entonces los soldados y le quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro. Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,


Hallaremos, a lo largo de este tránsito  desde el viernes al domingo, un momento de reflexión para estar delante de este Jesús que está crucificado. Es el momento definitivo, ha sido juzgado y hallado culpable, blasfemo. Uno se limpia las manos delante de la injusticia diciendo algo así como: esto no va conmigo. Otros insultan y golpean a un Jesús que carga con el peso del madero y los de su pueblo gritan: blasfemo, blasfemo, blasfemo. Jesús expira y cierra los ojos, ya no ve nada, y podríamos decir también que este será el único momento en la historia de la humanidad (d.C.) que Dios también cierra sus ojos, o aparta su mirada. Dios ha dejado de mirarnos.

¿Y qué ocurre cuando Dios aparta su mirada del ser humano? ¿Y qué pasa cuando ya no puedo ver a Jesús? Me siento extraño cuando en medio de toda esta pasión, llega un momento en el que se rompe el nexo entre Padre e Hijo por causa de la humanidad. Cómo hemos tenido que ser para romper la relación entre un Padre y un Hijo. Los que somos padres conocemos del dolor que provoca la lejanía de nuestros hijos, y más que la lejanía que unos u otros se muestren indiferentes. Qué angustia más grande pensar en no ver a mi hijo, o qué pena más grande no encontrar a mi padre ( o a mi hija, o a mi madre).

Nosotros miramos a la cruz y queremos mirar al Cristo, pero Jesús no nos está mirando, tiene los ojos cerrados. ¿Dónde está la complicidad?¿Dónde el consuelo?¿Dónde está esa tierna mirada, esa mirada de amor? Si no alcanzo a verte…

Una mirada dice mucho de quienes somos, de cómo estamos, de qué queremos… Mirándonos a los ojos nos decimos muchas cosas, no hace falta hablar. ¿Qué sería del mundo sin estas miradas?

Podríamos meditar y pensar ¿Qué nos ocurre si Cristo no nos mira? También podríamos meditar acerca de esta ruptura entre un Padre y un Hijo. Nuestro mundo hoy sigue promoviendo la distancia entre ellos porque rebosa maldad, incomprensible maldad, y separamos a esta familia.


Que podamos recogernos hoy alrededor de la familia y pensar qué afortunados somos que tenemos quien nos ama y a quien amar.

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