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miércoles, 8 de abril de 2015

LUCAS 24 CAMINO DE EMAUS

LUCAS 24, 28 – 35: Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. Pero ellos insistieron: —Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche. Así que entró para quedarse con ellos. Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Se decían el uno al otro: —¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras? Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. ¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón. Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.



El pasaje de Emaús, del que sólo recojo esta parte final, es en sí una bonita catequesis en la que se expone todo el sentido cristológico de las Escrituras. Desde el principio de los tiempos todo lo que Dios ha creado tiene este sentido que alcanza plenitud en la persona de Jesucristo, del que se venía ya hablando desde los tiempos de los profetas. Jesús nos hace aquí una pequeña síntesis acerca de todo aquello que contenía el Antiguo Testamento y que se ha cumplido en la Nueva Alianza. También nos da a nosotros una clave de lectura para acercarnos a la Escritura en sentido cristológico, viendo la Antigua Alianza como una promesa que se perfecciona con el Misterio Pascual, con todo el simbolismo de lo que hemos estado celebrando estos últimos días.

La segunda parte del pasaje también es catequético, aunque centrado en la eucaristía. La fracción del pan, que bendijo y partió recuerda aquella cena pascual que celebró Cristo con los suyos la noche en la que debía ser apresado y juzgado, y que a modo de mandamiento les dejó para hacer como memorial. Lucas condensa en este itinerario de Emaús gran parte de la teología, cristología, eclesiología y sacramentología cristiana, es la mejor herramienta para hacer catequesis, y un texto accesible a cualquier edad.

Durante estos días posteriores a la resurrección, Jesucristo se irá apareciendo en diferentes momentos y formas a los suyos, no sabemos cómo se presenta aunque sabemos que lo reconocen. Le ocurre a la Magdalena, a Tomás, a estos viajeros y así incluso a nosotros mismos que vivimos un encuentro personal en el que aunque no vemos, sí reconocemos a este Cristo tanto en el llamado, como en la compartición del pan, o la celebración eucarística, o en la comunión con los hermanos y las hermanas. Hay toda una experiencia vital que recoge el acontecimiento de Jesús y toda una corriente humana que desea prolongar el legado de Cristo de este amor que no se agota, y que salva.


Y termino, esta experiencia del resucitado provoca dos cosas: calor y alegría. Este calor no me deja frío o indiferente ante la necesidad, el hambre, la injusticia, el miedo o las desigualdades y me lleva a actuar, y esta actuación no me supone una carga, o una obligación, o un malestar, sino que provoca alegría, una alegría que sale con naturalidad. Es el gran misterio de la presencia de Dios que actúa en la creación y que se hace visible en la comunidad cristiana cuando ésta considera el mundo como un lugar al que dar amor.

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