Translate

domingo, 12 de abril de 2015

JUAN 20 TOCAR Y CREER

JUAN 20, 24 – 31: Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: —¡Hemos visto al Señor! —Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. ¡Señor mío y Dios mío! exclamó Tomás. —Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.  Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.


Tomás, pienso, es uno de los discípulos que más se acerca al creyente de nuestro tiempo:  el fiel que ha vivido el paso del siglo XX al XXI, de la peseta al euro, del tabaco a las zonas si humo y del modem al cable… Con tanto cambio nos hemos vuelto un poco escépticos y para creernos algo primero tenemos que verlo. Lo mismo nos pasa cuando hay desconfianza, o dificultad, pero también nos mostramos escépticos ante los proyectos a medio y largo plazo, ya sea en el terreno personal, profesional, académico… Somos víctimas y verdugos, depende de la situación. No existe la objetividad, y casi todo en la vida tiene que ser demostrable. Ya poco queda de aquel tiempo en que nos llamaban crédulos, ingenuos o soñadores.

La lógica, la ciencia, la sabiduría, el razonamiento… todo pasa por el papel fundamental de la experiencia, por el empirismo, o pasamos por ser muy aristotélicos, o por acercarnos a David Hume. La experiencia es la base de todo, y lo vemos incluso en nuestro lugar más espiritual de la mano de este Tomás, que conforma una parte activa de la comunidad cristiana: si veo, creo y si no lo veo, no lo creo. Y esta máxima somos capaces de llevarla a todas las dimensiones de la vida: seréis cristianos si veo amor, seguidores de Cristo si veo entrega, muy religiosos si os veo rezar, piadosos si os veo celebrando la eucaristía, y siempre tengo que ver para poder asegurarme de lo que es porque parece que la realidad es poco confiable, como si me acogiera a las dos caras de la vida. Me aferro tanto al querer ver, que me estoy perdiendo las cosas imperceptibles de la vida y que ocurren (están ocurriendo) delante de mí.

Si no lo veo, también lo estoy negando y éste es un ejercicio fulminante para perder la fe, porque la fe (que no alcanzamos a ver) es lo que mueve nuestra vida. Y si niego lo que no veo ¿no estoy también negándome a la fe? … Las  primeras palabras que leemos de Jesús son: convertíos y creed en el evangelio. La conversión es un proceso interior y el evangelio es algo abstracto, pero ambas situaciones pasan por el ejercicio del ser humano y terminan por reflejarse en nuestra vida. La última palabra de Cristo no fue vocalizada sino expirada, y con aquella expiración regresó el Espíritu al mundo, que tampoco podemos ver. Y el amor del Padre, o su misericordia… Incluso muchos actos de la creación son para nosotros imperceptibles: el trabajo de las abejas, la formación de una nube, el final de un arco iris, la germinación de una semilla, el viento, la brisa, el calor…


Si me encierro en la experiencia estoy sometiendo mi realidad, y me estoy perdiendo lo más bello de la vida. Jesús nos invita, como a Tomás, a poner nuestras manos en la vida, en la creación, en el hermano o en la hermana, en la Iglesia, en la fuerza, el optimismo, la alegría, aunque también en la necesidad, en la pobreza… Este Dios nuestro que quiso tocar nuestra historia encarnándose y viviendo como nosotros nos levantó, nos curo, nos ayudó… mientras vivió entre nosotros, y ahora que resucitó y subió al Padre nos sigue tocando a través de nosotros. Pon, pues, tus manos en la vida, en la humanidad, y hazlo con profundidad, y cuando alcances lo profundo, cree. Y abre tus ojos a la experiencia de la creación y ten fe, tanto en lo que llegas a ver como en lo que queda oculto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario