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jueves, 30 de julio de 2015

MATEO 13, 47 LLANTO Y CRUJIR DE DIENTES

MATEO  13, 47 – 52: También se parece el reino de los cielos a una red echada al lago, que recoge peces de toda clase. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos, y desechan los malos. Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados, y los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. —¿Han entendido todo esto? —les preguntó Jesús. —Sí —respondieron ellos. Entonces concluyó Jesús: —Todo maestro de la ley que ha sido instruido acerca del reino de los cielos es como el dueño de una casa, que de lo que tiene guardado saca tesoros nuevos y viejos.


Hoy en día podríamos decir que ya pocos temen el infierno (si es que lo hay). Quizás porque lo están viviendo en su contexto, quizás porque ya estamos acostumbrados a la sangre, o quizás por desapego a la vida. Más que al infierno, hoy tememos la enfermedad, el quedarnos solos, el desamor o a los préstamos. Aquel horno diabólico ha quedado sustituido por los poderes fácticos que, en su poderío, hacen como ese pescador que separa los peces: buenos y malos. Alguien dijo que a los seres humanos nos hace falta esa desmotivación, esa violencia y esas desigualdades para sacar lo mejor de nosotros mismos. Pero vaya conmigo si tengo que esperarme a dar lo mejor cuando ya estoy abrasándome en el fuego, lo que tengo que hacer es ofrecerme antes. Entonces, ¿qué ocurre con el juicio de Dios?

Mi padre espiritual me dice que nuestra función en la vida es la de salir al mar para poder traer a personas a la orilla, y para que una vez liberados de las aguas puedan decidir libremente qué hacer: si seguir a Cristo, o no. Lo importante es que puedan decidir nuevamente qué hacer con sus vidas, como otra oportunidad.

En verdad nadie sabe cómo será el juicio de Dios, aunque estamos seguros de que juzgará. No está bien meterle miedo a la gente, o sacar partido de los pecados, de los errores… tampoco está bien aprovechar los malos tiempos; tampoco imponerse ante la persona. Decidir si un pez es bueno o malo es absolutamente subjetivo; hay que entender que sólo se es bueno o malo en un determinado contexto, y nunca es igual para los demás. El ejemplo es muy drástico con los peces, las personas no somos como ellos. Cuando un pez se pudre, o está malo, se tira. Cuando una persona está mal, o parece podrida, hay que ayudarla, recuperarla de la podredumbre y darle esa oportunidad de volver a ser.

Estamos totalmente ligados al concepto de buenos y malos, ya desde tiempos remotos: los fariseos son malos, Jesús es bueno; el comunismo es malo, el capitalismo bueno; el cristianismo bueno, los musulmanes malos… en el fondo todo son clichés, y no sirven sino para crear recelos y desconfianzas. Sería, seguro, el momento para meterse con toda institución o tribunal, con las sedes europeas, con las mesas de conciliación… pero no lo haré. Dejaré sólo un apunte: hay que invertir la dinámica bueno/malo, hay que pacificar la historia y a las personas, y todo ello es la mayor batalla que tendrá que enfrentar el ser humano, que al final es para libertad.


Hoy pienso en el infierno, pero sabe a descafeinado. 

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