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martes, 26 de enero de 2016

MARCOS 3, 31 LA FAMILIA MESIANICA DE MARCOS

Marcos: 3, 31 - 35: En aquel tiempo, llegaron donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: "Ahí afuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan". Él les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: 'Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".


Desde lo que hallamos en el Nuevo Testamento, María aparece con una tarea única en la historia de la salvación. Situándonos en el punto de vista vital, o sea de la respuesta del hombre al plan salvífico, observamos en el mensaje neo-testamentario un reconocimiento de la función materna y ejemplar de María en la historia de la salvación, una actitud de alabanza a su persona y una acogida en la fe de su función maternal; estos elementos constituyen el fundamento bíblico de la presencia de María en la vida cristiana.

El kerigma primitivo, transmitido por los discursos de los Hechos (Confer. Hechos 2,22-26; 3,12-26; 4,9-12; 5,28-32; 10,34-43; 13, 16-41), se centra en la muerte y resurrección de Cristo sin ninguna referencia directa a María. Pablo, por ejemplo, alude una sola vez a la madre del Mesías, pero de forma anónima, sin preocuparse de la personalidad espiritual de la "mujer" que introdujo a Cristo en la raza humana (Confer. Gálatas 4,4) en una condición de kénosis, debilidad e impotencia.

La catequesis evangélica de Marcos está dominada por la polémica anti-judaica, en la que era preciso subrayar la insuficiencia de los vínculos carnales para heredar el reino de Dios. En este contexto habría sido imposible y contraproducente una exaltación de la madre de Jesús; por eso María aparece confundida en el ámbito del clan familiar hostil a Jesús.

Lucas, en cambio, supera la concepción biológico-natural de la maternidad de María, insuficiente para hacer entrar en el reino de Dios, proponiéndola como vocación y función salvífica acogida en la fe. El anuncio del evangelio (Confer. Lucas 1,26-38) es el relato de una vocación, de una elección por parte de Dios para una misión de salvación en favor del pueblo; lo mismo que Abraham (Confer. Génesis 17-18), María es llamada a un ministerio salvífico. Las frases "llena de gracia, el Señor es contigo" y "deja de temer, porque has encontrado gracia ante Dios" indican realmente la complacencia divina en María, escogida para una tarea de liberación, y la asistencia necesaria para llevarla a cabo. La elección de María afecta a su cualidad de madre del Mesías davídico. La maternidad de María hará posible ese reino.


Nosotros podemos acogernos a la interpretación más lucana, aunque de un modo u otro somos también herederos, o parte, de la familia mesiánica proclamada por Marcos. No obstante, al darle nosotros un papel más preponderante a la figura de María – Madre y Madre de todos los creyentes, nuestra humanidad nos hace más cercanos a situarnos en la vía del abrazo que en la del “desprecio” (por la sangre). Sea como fuere, hoy estamos ante lo fundamental de cualquier discípulo: Escuchar y poner por obra.

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