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sábado, 23 de abril de 2016

JUAN 14, 7 COMO UNA ROSA

Juan 14, 7 – 14: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»  Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»


Todo debe tener un inicio. Quizás no sea un principio soñado. Quizás el camino, más que camino, parezca un parche. Seguramente he habido decepciones. Pero si volviera la vista atrás, si pudiera reencontrar mi pasado, no sé qué haría.

Quisiera ser sabio, decir que no repetiría errores, que me entregaría a la luz, pero no soy así. Mi vida tuvo episodios tan oscuros, tan ciegos, que ahora tengo que recorrer un camino en el que se conjugan luz y tinieblas.

¿Miserable? Para nada!

Equivocado, seguramente.

He aprendido que cuando la belleza es descubierta por Dios, incluso Él tiene a bien mantener sus sombras.
Hay una vida, preciosa, que escapa de la poesía, que tiene trazos de gris, que parece haber olvidado el color, que se dibuja a lápiz y se desplaza con un dedo. Incluso las rosas tienen espinas. Incluso la vida, puede consumirse a caladas. Pues incluso de lo que contamina puede nacer Amor.

No es cuestión de ser tierra fértil, o de saber plantar la semilla, porque Dios sabe llegar a todos. Él, que habita en lo perfecto, se manifiesta también en lo imperfecto. ¿Quién conocerá tal Misterio?


Igualmente es bello oler una rosa como acariciar sus espinas, como que la vida nos muestre su sangre.

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