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domingo, 15 de enero de 2017

JUAN 1, 29. CORDERO DE DIOS

Juan 1, 29-34: EN aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».


La óptica del pecado queda hoy bastante diluida en muchos lugares del ser humano. Hay sectores que mantienen una clara conciencia de él y otros en que el pecado se ve como una herencia del rigorismo de antaño que no responde a los esquemas en que hoy se mueve la persona. Es algo que se puede ver desde la esclavitud pero que para los cristianos ha de verse en perspectiva de liberación pues ese Cordero de Dios quita el pecado del mundo.

Qué es pecado? Qué no? Es necesario subyugar a la persona ante el temor, el remordimiento, la culpa...? Honestamente pienso que la perspectiva de la liberación debe hablar por quienes seguimos a Cristo. Pues, podríamos hablar más bien de cadenas, impedimentos a la libertad y a la felicidad... Como alternativas para no demonizar el ambiente vital.

Muchos no estarán de acuerdo, lo respeto, pero hay que lograr dar el salto a la acusación para revisar el sentido de una Cruz como expresión del amor de Dios en Jesús. Esto es, hay que avanzar en nuestra moralidad que, si tiende al ser humano, más que de pecado tiene que vivir de opciones de vida desde el compromiso, la honestidad, la cooperación, la solidaridad... Valores, principios que nos ayuden a romper las estructuras de maldad para conseguir la sobreabundancia de bien que queremos.

El bautismo de Jesús, no es como el de Juan para el perdón de los pecados, es un bautizo de regeneración para la salud integral del ser humano. Por tanto, rompiendo la endogamia, que logremos hacer del mundo un espacio de comunión para, rompiendo el pecado, construir desde la paz y el amor

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