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miércoles, 4 de enero de 2017

JUAN 1, 35. NUESTRA FE

Juan 1, 35 – 42: Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos.  Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: — ¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: — ¿Qué buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro.) —Vengan a ver —les contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). Luego lo llevó a Jesús, quien mirándolo fijamente, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).


Más de una vez he comentado que nuestra fe es infundable e inefable. El día que alguien consiga explicar ciertamente en qué consiste la fe, qué es la experiencia de Dios, o cómo se vive en esperanza con la seguridad de lo que nos espera… por fín dejaremos de intentar justificarnos desde la relfexión y la hipótesis y no hará falta tratar de convencer porque Dios dejará de ser un enigma y Cristo una aspiración.
Mientras llega ese momento hay que entender que la fe de cada persona es única, personal e intransferible. Sí, seguramente algunos puedan hablar de una fe verdadera y de otra fe que no pasa del precepto, de la superstición… Si esto da tranquilidad a alguien pues que habla de ella, pero en el fondo todo lo que sustenta su verdad no deja de estar bajo su percepción porque ni la historia, ni el más allá, van a darle un sentido de certeza total.

¿Qué nos queda tocante al ser humano? El testimonio. Ven y verás, pone el evangelista en boca de Jesús. Y el mensaje es claro, porque en vida de Jesús los evangelios nos trasladan la incomprensión de los apóstoles, discípulos y seguidores y contrarios al Reino de Dios que nos propone Jesús y, aunque el tiempo nos ha dado capacidad de reflexión y aproximación al texto, la verdad sigue siendo misteriosa. Hay un mensaje que se va interpretando, que se va descubriendo poco a poco, que depende de las intuiciones y del estudio… pero Juan nos propone hoy darle la vuelta a la letra y al mensaje para hacer incapié en la vida, así: ven y verás.

Este testimonio nuestro es una opción vital, que puede o no ser válida para otros, y que nos identifica con un ideal. Es la mejor forma de mostrar nuestro credo de amor, de solidaridad, de trabajo, de comunión, de fe. Es lo único verdaderamente tangible si hablamos de fe, porque así la fe es un motor que nos impulsa, una fuerza que nos conduce y una esperanza que no se quebranta.

Que en este 2017 nuestro testimonio sea una invitación, no una obligación, no una verdad absoluta.

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