Translate

miércoles, 23 de agosto de 2017

MATEO 20. OJO MALO

 Mateo 20, 1 – 16:  «En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.” Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?” Dícenle: “Es que nadie nos ha contratado.” Díceles: “Id también vosotros a la viña.” Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: “Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.” Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.” Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»


A la luz de lo ocurrido estos últimos días en Barcelona, estos últimos años en Europa, me sobrecoge, de este pasaje del evangelista, la frase: “¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”. Ciertamente una afirmación para meditar en profundidad tanto por su actualidad como por su significado, profundo, que nos acerca a la realidad del propio ser humano.

El ojo, la vista, lo que percibimos de las cosas y de los demás tiene un puesto recurrente en el Evangelio. En algún momento se nos llama a arrancarlo si no nos deja ver más allá, porque nos impide el acceso al Reino. El ojo, en estos días, está a la orden de las noticias, comentarios, artículos, directos y programas de investigación que han ido vertiendo información de todo tipo respecto de los atentados terroristas. Entre la verdad y el fake, mucha confusión. Entre las imágenes de los atentados, muy poca sensibilidad en algunos casos. Entre los actos que se han ido proponiendo, como los altares y las muestras de soporte y cariño, mucha conmoción. Y, por ir al otro extremo, entre tanto terror también mucho odio. El ojo, pues, se ha convertido en la clave de lectura del corazón y de la mente para muchos de nosotros.

La pregunta que nos hacemos, o que les hacemos a estos terroristas es: “va a ser tu ojo malo porque somos buenos?” .

Es la pregunta que nos hacemos todos los que quisimos acoger, todos los que quisimos dar, todos los que quisimos amar a quien viniera con un corazón dispuesto, gozoso, deseando ayudar, colaborar. Es la pregunta que se puede hacer cualquiera que haya hecho de la solidaridad su bandera, del voluntariado su vida. Es también, pero, la pregunta ancestral que desde hace muchos siglos antes de Cristo el ser humano se pregunta ante la incomprensión, la decepción y la injusticia. ¿Cómo es posible?

Desde luego no voy a dar ninguna respuesta vana. Pero quería apuntar a dos realidades que terminan convergiendo. El ser humano es finito y frágil y, dos, desde el principio de gratuidad no todo tiene una utilidad inmediata para las personas y, por tanto, no todo puede comprenderse. ES imposible. Al misterio del mal se le une el misterio de la persona. Por tanto, y tras lo ya mucho que se ha dicho y manifestado, a mi me queda abrir un período de silencio al respecto ante lo inefable. Y como cristiano, tratar de encontrar el lugar de Dios en todo esto, que no es fácil.

Por lo demás, el sábado iremos a la manifestación que se ha convocado con el ánimo de salir a la calle a decir que no, que no tenemos miedo, aunque sí, hay algo de temor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario