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martes, 1 de agosto de 2017

MATEO 13, 42. DIFERENTES

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 MATEO  13, 47 – 52: También se parece el reino de los cielos a una red echada al lago, que recoge peces de toda clase. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos, y desechan los malos. Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados, y los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. —¿Han entendido todo esto? —les preguntó Jesús. —Sí —yrespondieron ellos. Entonces concluyó Jesús: —Todo maestro de la ley que ha sido instruido acerca del reino de los cielos es como el dueño de una casa, que de lo que tiene guardado saca tesoros nuevos y viejos.


Como en el pasaje, la comunidad cristiana vive en un mar con distintos peces. Distintos carismas, distintas ideologías, distintos caracteres, distintas esperanzas… Entre algunas de ellas, de las comunidades, también se desechan las otras (que son como peces malos). Se desechan sus ideas, sus formas de hacer, sus pensamientos… como si tuvieran que contaminarnos, apartarnos del camino o hacernos algún tipo de daño y, así, lejos de enriquecernos nos vamos empobreciendo a la par que distanciándonos. Ya no hace falta esperar al fin del mundo porque entre nosotros ya hay llanto y, también muchas veces, rechinar de dientes.

Ciertamente no es un fenómeno nuevo. Esto ya ocurrió entre las comunidades del bautista y las de Jesús, por ejemplo, o entre los judaizantes y los helenistas y se ha extendido a lo largo de la historia entre episodios de ruptura, cismas y desencuentros. Llamados a repetir la historia, también ocurre en el siglo que vivimos.

¿Es inevitable? Por lo menos es constatable que sí. ¿Cambiará algún día? La historia corre en nuestra contra. ¿Entonces, cómo vivir el amor fraternal si sólo hay llanto y crujir de dientes? Siendo pequeños, como lo somos. Como viviendo en un cristianismo roto en el que ni en la celebración conseguimos mas que una imagen de unidad, un espejismo. ¿Hay salida? Desde luego, pero como todo en la vida pasa por el diálogo, la comprensión y la aceptación de la parcela del compañero o de la compañera en su libertad aunque colisione con la mía, que es diferente.

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