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viernes, 23 de marzo de 2018

JUAN 10, 31. OBRAS DEL PADRE


 JUAN 10, 31 – 39: Una vez más los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús les dijo: —Yo les he mostrado muchas obras irreprochables que proceden del Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear? —No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios. — ¿Y acaso —respondió Jesús—no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? Si Dios llamó “dioses” a aquellos para quienes vino la palabra (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre. Nuevamente intentaron arrestarlo, pero él se les escapó de las manos.


A lo largo del Evangelio vamos encontrándonos con ciertas imágenes de Jesús a las que acompaña la incomprensión de quienes lo rodean. Sea en el Tabor, en Getsemaní, durante el juicio… hay una imagen de Jesús que el evangelista resalta no es la que la gente esperaba de Él. Pues, ante estas situaciones de rechazo Juan nos dibuja un diálogo en el que para referirse al Cristo hay que hacerlo desde sus obras, o desde sus signos (que es más propio en el cuarto evangelio). Puede ser, diría, que este Jesús se nos esté revelando como algo que ni queremos, ni esperábamos, ni nos conviene… pero las obras que acompañan su vida son inegáblemente el ejemplo en el que fijarnos para descubrir esa identidad del Reino.

El devenir de la historia que se nos narra ya nos conduce hacia el Calvario. Los signos en los que el evangelista quiere que pongamos atención no van a ser suficiente para los que, finalmente, participarán del juicio y de la Pasión y muerte de Jesús. Pero, ¿lo son para nosotros? Logramos nosotros ver un poco más allá que éstos? O ante las situaciones en las que tenemos sed, estamos ciegos, o hemos “muerto”… sucumbimos en la desesperanza?

Es interesante ver esta clave en la que se nos insiste. Porque, honestamente, uno puede tener de esas etapas en las que las cosas no se ven con la misma claridad, ni se sienten con la misma intensidad y en la que podemos alejarnos… pero ante el transcurso normal de la vida de cualquier creyente, hoy, el evangelista nos anima a dejar la duda viendo las obras del Cristo, viendo las obras de fe que se suceden en el mundo y en nuestro tiempo, también. Ellas hablan, de forma sublime, del Reino.

Tengamos este ánimo, que las obras del Cristo prosiguen como señal inmutable de la acción de Dios entre nosotros. Que si es lícito dudar, también lo es encontrar refugio en el corazón creyente. Que si pasamos por dificultades, tenemos un referente inequívoco. Que si parece que nos estamos alejando… justo al lado algo huele a Jesús.

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