Translate

jueves, 22 de marzo de 2018

JUAN 8, 51. LOS GLORIFICADOS

 Juan 8, 51 - 59: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: - «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: - «Si yo me glorificara a mi mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: - «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» Jesús les dijo: - «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.


Quién es más, cuando deberíamos ser menos? Me viene esta pregunta a la cabeza cuando veo a toda una serie de consagrados que se permiten la licencia de representantes del altar, como si ellos fueran la prolongación, no del amor de Dios sino de su brazo, en justicia. Así, no es que hayan venido a servir sino que están aquí para ser servidos. Capaces, incluso, de lanzar piedras a la comunidad porque no se les reconoce su parte en lo divino.

Quieren que se les reconozca, que se les escuche, casi diría que se los idolatre. Quieren el altar solo para ellos y hacen de la liturgia la base sobre la que edificar el amor, el amor a ellos mismos claro. Atrás queda la pastoral, el cuidado de las almas, la comprensión, el deseo de amistad. Y la Iglesia? Cuatro paredes, un sagrario y un pequeño grupo de fieles que vienen porque es lo que han hecho siempre.

El evangelista hoy nos sitúa en un ámbito importante, que Jesús no vino a glorificarse. Ojalá algunos sacerdotes y consagrados aprendieran de la vida del Maestro, que no están donde están para que se les glorifique sino para ayudar a sus comunidades a crecer en amor, amistad y servicio, dando ejemplo con sus vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario