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jueves, 1 de marzo de 2018

MATEO 25, 31. UN MUNDO EXTRAÑO

 Mateo 25, 31-46. La Biblia de los pobres: 31 Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, se sentará en trono de su gloria. 32 Y todos los pueblos se congregarán delante de él, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos, 33 y pondrá a las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el rey dirá a los de su derecha: ‘¡Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino preparado para vosotros desde el comienzo del mundo! 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; 36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme. 37 Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo y te vestimos?, 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 40 Y el rey les dirá: en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de su izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles! 42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, 43 era forastero y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis’. 44 Entonces dirán también estos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? 45 Y él entonces les responderá: ¡En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis: Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de éstos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.


Para comentar este texto desde la actualidad no puedo usar ningún criterio exegético porque saldría de la intencionalidad del autor. Lo que haré es una reflexión personal a partir del texto del Evangelio de Mateo desde un contexto en el que abrirme a la realidad del siglo XXI.

Un cristiano puede vivir su opción de fe desde diferentes posiciones. La vida de la comunidad cristiana es muy variada. Tenemos comunidades carismáticas, comunidades de clausura, otras que versan su acción en el ámbito social, sanitario, obrero… De entre todas ellas podemos observar la colisión entre dos modelos: uno abierto al mundo y a sus posibilidades y dificultades; otro encerrado tras una cortina de piedad, que sustenta la vida de la comunidad con la oración, la meditación y la celda. Y a pesar de que ambas posiciones se han ido acercando y, cada vez más, la Iglesia parece una comunidad de “puertas abiertas”, lo cierto es que todavía quedan realidades que tocan aquella “fuga mundi” y viven separadas de la sociedad. Y viviendo separadas de la sociedad (en lo tangible) también viven separadas del pobre, del necesitado, del hambriento… Es el vestigio de una Iglesia de subsistencia frente al deseo de la Iglesia del Evangelio.

Podría hacer un paralelismo con el pasaje de Marta y María si ambas prefiguraran acción y contemplación. ¿Es la mejor opción la de María que se queda a pies del Cristo, o la de Marta, que no deja de hacer cosas? Sin duda que ambas en la proporción adecuada, porque la fe necesita obras y estas obras son del Evangelio y la fe necesita de la oración y la contemplación, porque con retiros también vivió el Nazareno.

Dicho esto, si vemos en Jesús el modelo sobre el que se fundamenta la vida del cristiano, hay todo un proyecto de vida que se sustenta en el amor a los demás y, de un modo especial, en los necesitados (de toda índole). El proyecto del Reino se posiciona en favor de la humanidad, una humanidad que Dios desea reconciliar en la figura de su Hijo. Por tanto, el modelo de Jesús que pretende ser un cristiano/a se constituye desde esta máxima de vivir en pos de las personas al modo del Maestro: tocando la enfermedad, comiendo con los necesitados, llorando ante la pérdida, celebrando la amistad… y es por ello que hay toda una serie de actitudes que acompañan nuestra fe. Como cita la carta de Santiago, una fe sin obras es una fe muerta.

Y qué obras nos identifican? Las obras de amor y las obras de caridad. Obras que han sido recogidas ya desde los tiempos de los profetas, que denunciaban la injusticia social y se preocupaban por los pobres; obras que luego han constituido la causa central del Reino en Jesús; obras que recogió Pablo y una Iglesia primitiva que, por ejemplo, cuidaba de que nadie tuviera necesidad, poniendo en común todas las cosas… Obras que deben seguir presentes en la comunidad cristiana si se halla comprometida en el Proyecto del Reino, dando vigencia a esta realidad que ya está aquí con nosotros.

Si vivimos como una comunidad que se sabe a la espera de un juicio, o de un día final, o de la manifestación definitiva… que cada cual lo llame como quiera, necesariamente debemos vivir en alerta, vigilantes (como cita Mateo), porque como no sabemos ni el día ni la hora, no podemos dejar de vivir conforme al Reino de Dios del que Jesús nos ha mostrado, en perspectiva del Amor.

Ahora bien, la historia de la humanidad vive constantemente sometida al juicio, que forma parte de nuestra vida y de la vida de una historia teñida de éxito y fracaso, de alegría y de frustración. No sé si como anticipo de un juicio venidero o como una realidad que cada X años nos va sacudiendo, sobre todo cuando no hacemos lo correcto, cuando nos dejamos gobernar por la injusticia social… Aunque el mundo está lleno de injusticia.

Siguiendo el texto, ¿hay alguien que se pueda librar de ese juicio?¿Algún justo?, porque todos aceptamos una cierta medida de injusticia. Cualquier estructura es injusta, nuestra sociedad es injusta. Es cierto que todos también tenemos una cierta medida de justicia, en tanto participamos de la denuncia social y nos implicamos con las situaciones que vivimos. Entonces es cuando damos de comer al hambriento, cuando asistimos al enfermo, cuando visitamos al preso, cuando sustentamos a la viuda… También es cierto que vivimos sometidos a un problema mayor, como si cometiéramos un delito de omisión, cuando somos espectadores de los desahucios, de la pobreza energética, de los abusos de los bancos y de los gobiernos… O más globalmente, cuando seguimos siendo actores de un Primer Mundo que subyuga a un Tercer Mundo que se ahoga entre deuda externa, pobreza interna y muerte.

Podríamos tocar el tema de cualquiera de los Éxodos que vivimos en la actualidad. Podríamos hablar de Idomeni, de cómo Europa y los Europeos pagamos a Erdogan para que detenga un tránsito humano que debería ser libre, porque todos somos extranjeros.

¿Se librará del juicio el que colabore con Intermon o con Manos Unidas con una cuota de diez euros?¿ Se salvará aquel que marca la X en la casilla de la declaración de la Renta y colabora con Caritas? ¿Vivirá tranquilo el que participa con una compra de veinte euros en la Gran Recapta?¿O lo hará el monje, la monja, el sacerdote o la Iglesia que dedica su tiempo a la oración, la reflexión, la celebración o la clausura?

Podría decir que todos, en parte, somos reflejo de la realidad del Reino, porque vive en nosotros el bien. Podría decir que todos, también en parte, somos sujetos a juicio, culpables, porque somos actores del mal. Ahora, ¿Y si el juicio es de benevolencia?¿Y si la acción final de Dios es de Amor? O diferente, ¿la responsabilidad para el día último es individual o comunitaria?¿local o mundial?

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