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domingo, 16 de agosto de 2015

JUAN 6, 51 PAN DE VIDA

JUAN 6, 51 – 56: Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva. Los judíos comenzaron a disputar acaloradamente entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» —Ciertamente les aseguro —afirmó Jesús—que si no comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.  Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él.


La forma en que la tradición cristiana ha respondido a esta pregunta: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?, ha sido variada y a la vez complicada: transubstanciación, consubstancialidad, la visión simbólica, la visión realista… y toda esta terminología para finalmente decir que esta forma de dar de comer se realiza mediante la entrega, Nowmen dirá que ese pan somos nosotros, escogidos por Dios. Luego, claro, podremos hablar de momentos en el culto eucarístico, pero lo fundamental de la pregunta que aparece en este texto viene de la alimentación a los cinco mil, cuando Jesús dice a los suyos: dadles vosotros de comer.

Alguien llamó a estos discípulos a ser eucaristía, a repartirse en el mundo para alimentar a las multitudes dándose como pan, ofreciéndose como sustento. Hay muchas, muchas formas de dar de comer nuestra carne: podemos hacer compañía, podemos ser de ayuda, podemos leerle a un ciego, invitar a quien lo necesite a comer en nuestra casa, darle nuestra ropa a otro, ofrecer nuestros servicios… Habrá quien diga que en último grado podemos ofrecer la vida, pero la vida tenemos que ofrecerla siempre. Ofrecer esta vida no quiere decir terminar con ella, sino ser generosos, desmedidos, implicados, sufridos… Es darte todo mi amor, lo más íntimo de mí, lo que soy, para ti; sin precio, sin nada a cambio, aunque las cosas salgan mal.

Pienso en este pasaje como algo que ver con aquel de la viuda pobre, que de su sustento dio todo lo que tenía y creo que algo así debe ser el pan de vida. Porque el pan de vida no puede quedarse en un ideal, en algo abstracto, porque entonces ese bocado muere con nosotros. El pan de vida nos ofrece algo especial, algo singular para el alma, para el corazón y nos llama para hacer de nosotros algo comestible, apetecible, disponible.

Y dar de comer debe (debería) dejar satisfecho al que come. Este pan de vida que se reparte por el mundo llena, por tanto debe ser algo más que ingerir, que el acto físico de comer, cuando coman de su pan hagan que sus invitados se encuentren llenos, complacidos: gracias por darme de este pan tuyo, porque tu pan me da vida.

El texto de la alimentación dirá que de la multiplicación de los panes, después que comieron sobró. Siempre sobra, ¿verdad? ¿acaso no recuerdan,…?(dirá Jesús).


Que puedan dar de comer, que ese pan que ofrecen se asiente en las personas y las deje satisfechas, y que puedan recoger lo que sobra para ponerlo en canastas y seguir en este camino que es el compartir nuestras vidas, entregando nuestro pan como el que entrega su amor.

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