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sábado, 15 de agosto de 2015

LUCAS 1, 47 CANTICOS DE MARIA

LUCAS 1, 47 – 55: Entonces dijo María: —Mi alma glorifica al Sñor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías. Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre.


María se nos presenta en este texto como una buena judía, que narra la experiencia del encuentro de salvación entre Dios e Israel desde el tiempo de la promesa a Abraham, el gran patriarca. El texto no es una simple oración, es un pasaje cargado de teología, meticulosamente redactado y que Lucas nos propone como preámbulo al nacimiento del Bautista y de Cristo. María, como será luego Zacarías (padre de Juan), es presentada como ejemplo de creyente, quizás también como arquetipo de Israel. Dios regresa su favor a dos mujeres, dos primas, que en sus vientres han acogido a dos profetas y a un Hijo de Dios.

María ha sido muchas cosas a lo largo de la historia, desde un modelo de creyente a una madre ejemplar, una mujer decidida, fiel, amorosa, sufrida… María ha traspasado nuestro formato del tiempo para hacerse presente en cada persona que, de un modo u otro, refleja cualquiera de sus actitudes. Claro, no sólo hay que fijarse dónde podemos ver el reflejo de Jesús sino también dónde actúa otro Bautista, un Pablo u otra María. Si María es un arquetipo, lo es porque cada uno de nosotros puede (de algún modo) representarla. Veo a muchas mujeres siendo María, aunque también veo a algunos hombres.

Yo creo que no está nada mal que a uno le puedan decir que es como María, ¿verdad? A muchos os corresponde repetir el mismo papel que la madre de Dios hizo en la cruz acogiendo a Juan. Muchas sois madres de estos Juanes que se presentan en el camino, o que nos presentan en el camino. ¿Qué haríamos si no existiera este papel de acogida? Y a la vez qué ministerio tan bonito el de ir aumentando la familia, siendo finalmente madre de muchos, y muchas. No a todo el mundo se le puede confiar una vida, así que felices vosotros María a quienes os confían a otro Juan.

Igualmente el mundo necesita a muchas que, como María, guarden todas las cosas en el corazón, incluso las que no entienden, porque saben que aun en las cosas que les son desconocidas deben aprender a confiar. ¿Hay mejor manera de entregarse a un hijo, o a una hija, que acogiendo lo que son en nuestro corazón? No es fácil, no resulta sencillo esperar en el corazón cuando vemos que nuestros hijos se han lanzado al vacío, han dejado la carrera, se han separado de nosotros… en las dificultades convivo con muchas María, que me enseñan la virtud de acompañar desde el corazón.


Es un vínculo especial, quizás una gracia, pero tengan hoy presente esta capacidad de ser madre de un hijo que todos tenemos; pueden ser de los que acogen, de los que ensanchan su casa, o pueden ser de los que guardan las cosas en el interior (confiando en Dios), como ustedes deseen sean María. 

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