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miércoles, 24 de agosto de 2016

JUAN 1, 45 PRIMEROS PASOS

Juan 1:42-51  Al día siguiente,  Jesús decidió salir hacia Galilea.  Se encontró con Felipe,  y lo llamó:  --Sígueme. Felipe era del pueblo de Betsaida,  lo mismo que Andrés y Pedro. Felipe buscó a Natanael y le dijo:  --Hemos encontrado a Jesús de Nazaret,  el hijo de José,  aquel de quien escribió Moisés en la ley,  y de quien escribieron los profetas. --¡De Nazaret!  ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?  --replicó Natanael.  --Ven a ver --le contestó Felipe.  Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba,  comentó:  --Aquí tienen a un verdadero israelita,  en quien no hay falsedad. --¿De dónde me conoces?  --le preguntó Natanael.  --Antes que Felipe te llamara,  cuando aún estabas bajo la higuera,  ya te había visto. --Rabí,  ¡tú eres el Hijo de Dios!  ¡Tú eres el Rey de Israel!  --declaró Natanael. --¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera?  ¡Vas a ver aun cosas más grandes que éstas!  Y añadió: Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo,  y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.


Hace unos días pude asistir a un acto sencillo, con muy poca gente, amigos y aun sin conocernos. Un hijo y una madre y cinco amigos. Una madre feliz de ver a su hijo con 42 años bautizarse, confirmarse y hacer su primera comunión. Todo en la más feliz intimidad, casi evocando a la forma del humilde pesebre. Compartimos el pan, compartimos el vino, Gabriel fue acogido, y él luego nos acogió a nosotros mismos. Un gesto feliz, rebosante de gratitud, cuando alguien encuentra al Cristo, su último sentido, encuentra el Amor y este joven amigo, joven miembro, recién llegado nos conduce directamente a este pasaje.

Ven a ver, esa es la respuesta no sólo de Jesús sino de toda la comunidad cristiana que invita a cualquier persona a participar de su vida, de su día a día, de cómo son, cómo viven, miserias y alegrías, dones y fallos. Pero Ven a ver qué hay de especial dentro de una comunidad de personas como tú, o como yo, que se Aman, que se dan en generosidad, que se saben perdonar, que desean acoger. Estos primeros discípulos, algunos del Bautista, empiezan a seguir a Jesús con la sola invitación de ven a ver. Aquí no hay promesas, ni fuerzas extraordinarias, todavía no hay milagros, tampoco señales celestiales. Es por tanto, una invitación como podemos hacer cualquiera de nosotros.

¿Quieres saber cómo soy, como vivo, qué hago…? Ven a ver. Y empecemos a convivir, a encontrarnos, a charlas, a conocernos, a intimar. En definitiva, a caminar juntos esta extraordinaria aventura de la vida.

Es curioso porque Jesús eligió Nazaret, que no era un lugar marcado en las Escrituras, o donde hubiera habido alguna profecía, o hubiera sucedido nada especial. Por no tener, no tenía ni buena fama. Pero En Nazaret encontramos la intimidad de Jesús, la intimidad del Jesús niño, la intimidad con la sinagoga y la intimidad con aquellos a quien invitó a venir a ver. Cuando todos esperaban un gesto desde Jerusalén, desde el Templo, desde el poder, este Jesús trastorna aquella sociedad tan religiosa para iniciar su etapa en la vida dentro de un marco casi olvidado, pequeño, un lugar corriente.

Qué bueno que sepamos encontrar esos lugares corrientes, en el que viven personas corrientes y donde nace la vida, el grupo. Igual que hicimos hoy en una Iglesia estas siete personas, que vivimos en un espacio corriente un hecho extraordinario. Un nuevo agente de la gran familia de Cristo que nace, que viene, que pide entrar.


Que sepamos acoger la verdad de la vida en cualquier causa, lugar, casa, persona, camino y como Jesús nos enseña, compartir ese don precioso del vivir no depende del Templo, ni de la gran Jerusalén, porque es un acto de intimidad en el cual tú decides dónde y cuándo.

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