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domingo, 7 de agosto de 2016

LUCAS 12, 32 REBAÑO PEQUEÑO

Lucas 12, 32 - 48: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»


¿Qué otro mensaje puede haber para quienes confiamos en Cristo que éste de: no temáis? Aunque, claro, si nosotros podemos poner esta confianza tan grande en el Cristo también es a causa de la sitaución, más o menos cómoda, que vivimos en una parte del mundo. A nosotros, pues, nos corresponde coger el punto de responsabilidad que el hecho de no temer lleva incluido. Bien, nosotros no tememos, ahora hay que procurar que el otro rebaño, más grande, tampoco tema. Y para ello hay que revestirse de humildad y de solidaridad, de entrega y de trabajo para poder cubrir y erradicar la política del miedo y del terror que imperan en muchos, en muchos, lugares del mundo.

Vemos, así, las situaciones de Siria, de África, de Dominicana, de México… más lejanas. Aunque también vemos las de Niza, Bélgica o Alemania… más cercanas. Allí, aquí, tenemos la responsabilidad de procurar que el mensaje de no temor cobre una verdadera significación. Allí, aquí, es donde cada día la fe sufre un remolino de situaciones que pueden hacerla quebrar en cualquier momento. Aquí, allí, hay una necesidad de luz porque entre sus fronteras sólo se abre una niebla de oscuridad, de incertidumbre y de temor.

Velar, pues, cobra un sentido de imperiosa actualidad. Velar, hoy, tiene que ver con poner todo el empeño en salvaguardar los rebaños, las personas, su integridad, su vida, su libertad. Velar, así, tiene un sentido de responsabilidad política mundial. Velar tiene que ver con mejorar los planes de actuación, las políticas de ayudas, la contaminación, el miedo al terrorismo, la explotación… Velar es cuidarnos.

Velar, también, es llevar nuestras lámparas a los lugares que necesitan luz, claridad. Porque una luz, aún la más tenue, consigue transmitir este deseo nuestro de acompañar a quienes más lo necesitan. Y está claro que en este tiempo la necesidad nos abruma porque no sabemos qué hacer. ¿Y eso es una excusa? Por supuesto que no, debe alentarnos a trabajar más por encontrar soluciones, motivaciones, vías…


Hoy el evangelio nos llama a cuidar, como rebaño pequeño, de aquel otro rebaño más grande. Hoy, a quienes no temen hay una llamada de transmisión de su no temor. Hoy, por tanto, hay una llamada a la acogida, porque acompañarnos no sólo es humano sino también parte del evangelio.

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