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miércoles, 31 de agosto de 2016

LUCAS 4, 38 PRIMEROS DE CURSO

LUCAS 4, 38 – 43: Cuando Jesús salió de la sinagoga, se fue a casa de Simón, cuya suegra estaba enferma con una fiebre muy alta. Le pidieron a Jesús que la ayudara, así que se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, la cual se le quitó. Ella se levantó en seguida y se puso a servirles. Al ponerse el sol, la gente le llevó a Jesús todos los que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. Además, de muchas personas salían demonios que gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los reprendía y no los dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar solitario. La gente andaba buscándolo, y cuando llegaron a donde él estaba, procuraban detenerlo para que no se fuera. Pero él les dijo: «Es preciso que anuncie también a los demás pueblos las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.»


Si ayer estuvimos dando esa primera premisa para el nuevo curso, hoy seguiremos con esta serie de propósitos siguiendo, un poco, el mismo camino que Cristo, y si bien ayer nos alentaba para enseñar, hoy la propuesta tiene algo de medicinal: curen, curen al ser humano, háganlo tanto física como espiritualmente y si en el mundo hay médicos que ya se ocupan de sanar el cuerpo, a ustedes les corresponde sanar el alma. Además es un mensaje universal que debe ser anunciado a los demás pueblos, o a las otras religiones, o culturas, o profesiones si ustedes quieren porque ya sea un musulmán, o un empresario, o un africano también tiene en su interior esa vocación medicinal cristiana.

El evangelista además nos apunta lo siguiente, que todos quienes han sido sanados se incorporan y se ponen a servir. ¿A nosotros?¿Al cristianismo? Yo diría que a la vida, todo aquel que se ha beneficiado de nuestro servicio medicinal se incorpora a la vida, primero, y esto es a recuperar su libertad y su dignidad; todo aquel que ha sido liberado del mal, que es la enfermedad, toma una opción por la vida y nosotros lo veremos en más dedicación, más entrega, más ilusión y más amor. La medicina es gratuita, recuerden, y nadie tiene por qué ponerse a nuestro servicio, mi mayor contentamiento está en ver cómo aquella que estaba enferma retoma su vida y se apasiona con ella.

Por tanto este sanen podría bien ser un: recuperen al ser humano, arranquen a la humanidad de la enfermedad, de su oscuridad, de tanta lamentación, de la crisis y devuélvanle a la vida. No los condicionen, porque el camino de Dios es gratuidad y si aquel que viene no es feliz ¿no lo estaremos volviendo a enfermar? Así pues, pongan su campaña en la plaza, repartan medicina, cuidados, cariño, vendas, gasas… somos un hospital de campaña diría el Papa Francisco, un hospital de guerra, uno de urgencias porque cuando uno ingresa por urgencias nunca es rechazado, y no importan las pólizas, o si tiene o no la ciudadanía… todo el mundo tiene derecho a la atención.

La salud es un derecho universal, muchas veces habrán oído que no se valora lo suficiente hasta que se pierde (la salud) y es verdad, pero recuerden que todos enfermamos un día u otro, algunos de más gravedad, otros no, pero la enfermedad está ligada al ser humano y la salud en situación de vulnerabilidad. Jesús dijo que venía a traer sanidad, a traer descanso, a aliviar nuestras almas, a cargar con la cruz… pues un poco, por lo menos, tenemos que sentirnos parte de este Jesús colaborador con el ser humano, que es este Dios preocupado por su creación, atento.


Entonces estamos yendo hacia el ser humano integral: primero a través de la enseñanza y hoy con carácter medicinal. 

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