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miércoles, 3 de agosto de 2016

MATEO 15, 21 MIGAJAS

MATEO 15, 21 – 28: Partiendo de allí, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón. Una mujer cananea de las inmediaciones salió a su encuentro, gritando: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija sufre terriblemente por estar endemoniada. Jesús no le respondió palabra. Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: —Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando. —No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel —contestó Jesús. La mujer se acercó y, arrodillándose delante de él, le suplicó: —¡Señor, ayúdame! Él le respondió: —No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. —Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.



Si Jesús fue enviado a las ovejas perdidas, sea de la casa de Israel o de toda la casa humana, cuánto más hoy no debiéramos tener esa misma intención, que se nos envíe a quienes siguen perdidos. Pienso en mucha gente que, en un momento u otro, se acerca a nosotros pidiendo compasión. A veces las respondemos mal, hay momentos en que priorizamos otros asuntos, existen instantes en que no estamos para misericordias. Qué pena, no? Cuando en ese preciso momento deberíamos dejar a un lado cualquier otra obligación o actividad y atender a esa persona que viene pidiendo auxilio.

De omisión muchos somos culpables. Quizás nos escudamos en cualquier tipo de excusa, pero no podemos obviar nuestras obligaciones, nuestra conciencia… Sí, podemos actuar como el sacerdote o el levita que nos citan en la parábola del hijo pródigo haciendo lo que es correcto ante la ley, pero… ¿dónde está la misericordia? No es, realmente, esa la naturaleza del Padre? Sed misericordiosos como el Padre es misericordioso, dirá Lucas. Pues en esa estamos, en que de una vez aprendamos a dejar a un lado las exigencias y las prisas de la vida para centrarnos en lo verdaderamente necesario, importante: ocuparnos del otro, de la otra.

No se imaginan en la figura de esta mujer a alguien que va al banco para que no embarguen su casa? O a Hacienda para pedir una prórroga o buscar una forma de pago? O a alguien que pide a sus governantes que tiren adelante la ley de pobreza energética, por ejemplo? Y no estamos muchas veces también recogiendo las migajas que caen de sus mesas? Como perrillos…


No es así. El ser humano no merece encontrarse en esta tesitura, en estas situaciones, pasando hambre, frío, sin sanidad, sin educación, viviendo a los límites de la pobreza mientras prima la corrupción, el escándalo, la desvergüenza… Cuántas rodillas desholladas, cuantos problemas de espalda por agacharse una y otra vez… y todo por unas migajas.

1 comentario:

  1. La vida de les personas padece la insegurida de los tiempos que nos toca vivir. Hay una persona que cambia los papeles. Jesús cambia todos los papeles de los humanos y ofrece una nueva perspectiva y futuro. Nosotros, por el pecado, nos quedamos con la vieja hisoria, la forma caduca y parece que Jesús no ha venido, no ha dicho y no ha hecho para nosotros los cambios definitivos. Vamos a cambiar con Él. Las cosas cambiaran seguro.

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