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martes, 27 de febrero de 2018

LUCAS 6, 36. SIN CONDICIONES

 LUCAS 6, 36 – 38Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.



Este pasaje de hoy es como el Quid pro Quo del comportamiento del cristiano en Lucas. Pero el evangelista omite en este pasaje dos aspectos fundamentales del individuo, la espontaneidad y la visceralidad, porque en nosotros está en enfadarnos, el juzgar y el no perdonar que, irremediablemente, surgen en determinados momentos de la vida y a veces no sabemos cómo. La fórmula de Lucas habla de compasión, la de Mateo (que vimos hace poco) de perfección, sean compasivos y sean perfectos como el Padre. Bien, dos grandes atributos que aun con la persona de Jesús viva en nuestro interior no siempre están presentes, incluso pierden batallas.

Estamos en el ámbito del amor al prójimo y al enemigo, de la regla de oro, y el evangelista habla como de un premio para todo aquel que actué de esta manera perfecta. Una medida llena y desbordante. Aunque debemos saber que a pesar de juzgar, de no perdonar, de condenar o de no ser compasivos, la forma en que ama Dios supera la nuestra y en su regazo, todos tienen esa misma medida, a pesar de ser como sean. Así debo entenderlo, que a pesar de vivir en un ambiente determinado tanto puedo ser yo como cualquier otro el que se comporte de manera contraria a ese espíritu compasivo del que se habla aquí, hoy, en Lucas.

¿Y es posible apartarse de la compasión y seguir siendo amado, amada, de Dios?¿Ustedes saben cómo mide el Señor la maldad? Bien, así como todos presuponemos que con estas actitudes de hoy hay premio asegurado con Dios, pretender que ese triunfo sea exclusivo nos conduce al error, ¿Acaso no tiene piedad Dios de quienes se equivocan? Eso mismo se dirige ahora a nosotros, que haciendo esa partición entre justos e injustos no hacemos sino condenar y no perdonar.

Si pudiera quitar alguna cosa de los evangelios sería toda esta normativa respecto del comportamiento humano que quiere Dios, porque no creo que Dios quiera algo del ser humano salvo su felicidad, así debe funcionar el amor de Dios, que no pide cuentas y que vierte misericordia. Fundados sobre esta verdad si es cierto que actuando así o asá la vida se hace mejor, pero debo entender que regular la vida de las personas es, muchas veces, coartar su libre movimiento. Parece que esto de ser Hijo o Hija de Dios cada vez está más complicado.

El evangelista evoca a imágenes jurídicas, otras que tienen que ver con un estatuto social, de ser libre o esclavo, otras de carácter relacional como el ser compasivo o implacable… Lucas, que no es judío escribe dentro de un ambiente influido por el helenismo y su afán por hallar la belleza, la armonía, incluso en el comportarse. Por tanto, el evangelista escribe de aquellos rasgos que hacen perfecto al hombre o a la mujer y recoge la enseñanza del sermón del monte mateana.

¿Cómo debe comportarse un seguidor de Cristo? Equivocándose, sin duda. Actuando en libertad, seguro. Deseando amar y ocasionando, no siempre, dolor. Queriendo esbozar una sonrisa y terminar llorando… Un seguidor de Cristo se comporta viviendo este don de Dios de existir, sin un quid pro quo, porque Dios no pide contraprestación ni saldar cuentas.

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