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viernes, 12 de mayo de 2017

JUAN 14. CAMINOS

 Juan 14, 1 - 6: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»


Jesús se nos presenta a lo largo del evangelio de Juan de muchas maneras, según los diversos YO SOY, Jesús se auto-manifiesta de un modo u otro. En este caso primero se nos presenta como camino. Jesús es un sendero, una ruta, pero es más que eso verdad? Por ello asevera el evangelista que también es verdad y Vida. Jesús, de ese modo, abre para el ser humano una vía por la cual se puede acceder a la vida de comunión que Dios comunica, a través de la verdad. Es un complejo juego de palabras, de significados y de realidades que transfiguran el interior de la persona y nos acercan a la profundidad óntica del ser humano y de Dios mismo.

Resulta curioso que mientras que Jesús se presenta como camino, el ser humano parece desencaminado. A lo largo de la vida aparecen muchas referencias, muchos iconos, fitas, que nos dirigen hacia un lado u otro, hacia lo bueno o hacia lo malo, hacia la izquierda o la derecha… Hay toda una pirámide de decisiones que nos llevan a diversos caminos, que nos enmarañan en cosas que no son tan trascendentales como verdad y Vida.

Quizás deberíamos simplificar el paso, detenernos a la contemplación de la hoja de ruta. Reflexionar y llevar al interior del ser la necesidad de clarividencia. Quizás deberíamos comenzar a ser más conscientes de nuestra necesidad primera, que es al final de todo encontrarnos con la Vida.

El evangelista nos invita, pues, a dejar a un lado los condicionantes externos, las prisas, los problemas económicos, las inquietudes futboleras, el dolor de la enfermedad… para descubrir la verdadera meta de nuestro peregrinaje, Cristo. Y accediendo a Cristo encontrar el camino a Dios, a la Vida. Cada cual luego tendrá su forma, algunos caminarán más rápido, otros más lentos, algunos necesitarán reposo, otros correrán con mayor optimismo, incluso algunos se cansarán. Pero al final, en el extremo del camino, hallamos el premio supremo en Dios.


Caminos hay muchos, la vida es un compendio de elecciones. Que cada cual logre hallar el suyo propio y que hallándonos a nosotros mismos también hallemos a Dios.

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