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miércoles, 31 de mayo de 2017

LUCAS 1, 39. MARIA E ISABEL

 Lucas 1, 39-45: En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!


Estamos ante la estampa de un salto que se produce desde el interior de la persona y ante la experiencia de la llenura de Espíritu que transforma la dicha en alabanza. Todo ello, bajo la mirada milenaria de aquel, o aquella, que teniendo fe en el Señor recibe el cumplimiento de la promesa.

Todo ello sucede en un marco de misterio, porque lo verdaderamente extraño de Dios se produce desde el interior, en el interior. No alcanzamos a ver sino la expresión final de Isabel a María. Aunque ello no ha de sorprendernos. La experiencia cristiana que se vive en el testimonio, en el gozo, o desde la creencia... es el resultado de un itinerario personal e íntimo en que la persona vive la Palabra de Dios para ella, sea en forma de promesa, sea en forma de visitación, sea en forma de concepción...

Hoy, conociendo más y más la capacidad psicosentimental de la persona nos aventuramos a afirmar que todo movimiento exterior tiene un origen interno que lo impulsa. Aquí, un Jesús no nato inicia un doble impulso en el gozo del Bautista, que salta, y en la fe de Isabel que se ve completa, llena del Espíritu.

Desde luego podemos asumir gráficamente la escena, pues a todos nos ocurre algo parecido cuando el corazón nos da un vuelco, o cuando nos desborda la alegría en algún acontecimiento, encuentro... En este caso estamos en la actividad intimista del evangelista que sitúa la experiencia de Cristo desde las entrañas de Isabel a la efusión del Espíritu, que como en el Evangelio tendrá colofon en Pentecostés. Como ven, en tiempo de resurrección, caminando hacia el momento del Espíritu, no es casual que encontremos este texto.

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