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domingo, 2 de noviembre de 2014

JUAN 13, JUDAS, JUAN, PEDRO Y JESUS


JUAN 13:
21 Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: "En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará." 22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. 24 Simón Pedro le hace una seña y le dice: "Pregúntale de quién está hablando."
25 El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: "Señor, ¿quién es?" 26 Le responde Jesús: "Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar." Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.
27 Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: "Lo que vas a hacer, hazlo pronto."
28 Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. 29 Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que nos hace falta para la fiesta", o que diera algo a los pobres. 30 En cuanto tomó Judas el bocado, salió
. Era de noche.

Leemos y releemos un pasaje lleno de enseñanza. Y no quisiera pasar por alto examinar este capítulo sin entrar en la visión de los actores. Jesús, Juan, Pedro, e incluso Judas, van a ayudarnos a comprender una parte de la historia de la institución de la cena del Señor que aparece tintada de traición, duda y entrega. Permitidme partir la historia, permitidme desbrozar el momento


     PARTE PRIMERA – LA TRAICION DE JUDAS SEGÚN JESUS:

Para Jesús hay una máxima que conducirá toda su vida: el amor a las personas, el amor al mundo, el amor desmedido que el evangelista va a retratar con poesía en este capítulo 13: habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Esto es, a todos aquellos que eran de Jesús, Judas incluido, al que además llamó en Galilea para el apostolado después de orar, de consultar a Dios la elección de los 12. Éste amor que describe Juan, etimológicamente, tiene un sentido de perfección, no de cantidad. Así es el amor de Cristo, para todos.

LA visión de Jesús no es la visión de los apóstoles, pero la comunidad Juanica parece haber entendido, aunque sea de pasada, que la envergadura del amor cristiano trasciende la caridad, y se dirige también hacia la libertad. Amar es aceptar la libertad del individuo, del sujeto, del amigo, del hermano. Dios creó al ser humano libre, con capacidad de discernir, de elegir, de actuar. Y no debió resultar nada fácil aplicar este respeto en una época tan maniatada por el legalismo farisaico o sanedrínico, que precepto a precepto ligaba con más de 376 normas al ser humano.

En las circunstancias que nos relata Juan, atender a la gestión de la situación que hace Jesús no es tarea fácil. De hecho escapa a todos los asistentes según el evangelista. Todos, preocupados, se dirigen al maestro: seré yo? Pero en realidad la afirmación de Jesús no es exclusiva para Judas, sino que engloba a todos. Uno de vosotros me va a traicionar dirá Jesús, que en ningún caso dirá… tú Judas me vas a traicionar.

Sabemos que desde la libertad, no puede haber una predestinación a la traición. Podemos imaginarnos a un hombre, creación de Dios, nacido para entregar a un semejante? Acaso se reserva ya antes de nacer el infierno para algunos? Creo que no. Que sí existía la certeza de que alguno de ellos iba a traicionar a Jesús para el cumplimiento de la escritura era seguro, pero no sería alguien que no aceptase hacerlo desde su libertad responsable. Este será, Judas. Sólo después de aceptar entregar al maestro, Jesús le ofrece el trozo de pan mojado en vino. Y sólo en ese momento, el resto de los discípulos quedan liberados.

Incluso más allá de este signo, de las palabras de Juan, la tradición judía refleja que en la cena, dar el trozo de pan mojado en vino a la boca del otro, solo se hacía con la persona a la que se tenía más estima. Por tanto, Jesús ama no igual, sino más, a un Judas que ha elegido desde la libertad entregarlo. Y tal es el amor de Dios, Abba, para con todos sus hijos, a quienes no solo respeta su libertad de elección sino que sigue amándoles aunque se equivoquen, o elijan equivocadamente.

Se reconoce el derecho a equivocarse. Se reconoce seguir amándole. Que yo sea capaz de hacer extensible esa actitud de Jesús que no juzga al hermano sino que, aun sabiendo lo que va a hacer, lo arropa en señal de mucho amor.


          PARTE SEGUNDA – LA TRAICION SEGÚN JUAN:

Juan el evangelista denuncia, y para Juan cobra un especial significado resaltar que antes de la declaración formal de traición, su espíritu se turbó. La Palabra (Jesús), en su espíritu, muestra un movimiento interno, íntimo. La gravedad de la falta de Judas.

Para Juan, la entrega del trozo de pan simboliza casi valor de contraseña. Pero el evangelista resalta que ninguno de los discípulos comprendió aquello. Aunque Pedro y a un Juan sabían que era el traidor, ignoraban cuando habría de ser eso, acaso pensaron en un futuro muy lejano y hasta con vaga esperanza de que aquello no se cumpliese. Por eso piensan: que como Judas era el ecónomo de los apóstoles, acaso le ordenaba comprar algo para los restantes días de fiesta; o que apalabrase para comprarlo.

Otros apóstoles pensaron que mandaba dar algo a los pobres. En las fiestas, la práctica de la limosna era usual.
Juan muestra la caridad de Cristo. Nacido pobre, todavía de la pequeña caja del pobre colegio apostólico dispone se dé dinero a los pobres, de modo tan usual, que los apóstoles, en este caso, piensan, como cosa corriente, en su socorro a los mismos.

Se producen instantes de duda, y ninguno de ellos sabrá con exactitud quién será el que lo entregue. La cena deja de narrarse, algo ha sucedido, y a partir de este anuncio el evangelio empieza ya a correr hacia el Calvario.
Juan termina esta denuncia con un rasgo simbolista típico. Cuando Judas salió era de noche. Lo era al entrar a la cena, pues ésta comenzaba algún tiempo después de puesto el sol y el crepúsculo en Jerusalén. Luego, la cena se prolongaba bastante. Y seguramente no había por que anotar esto. Pero en este evangelio de la luz había que contrastar las tinieblas a donde iba Judas.

Al separarse de Cristo, que es la luz, se entraba en el reino de las tinieblas, que iban, por medio de Judas, a luchar contra la luz.

Judas tiene ya tramada la entrega, y está comprometido con la pasión de Cristo. Con el cinismo del disimulo acude a la cena. Juan dirá que el diablo había puesto ya en su corazón el propósito de entregarlo. Para Juan, la pasión será un terrible drama entre el reino de Satán, las fuerzas del mal, y Cristo, con su reino de la luz. Judas cumple con esta triple conjura: satánica, sanedrínica y de Judas.

El evangelista solo nos narra lo que logra captar, lo que logra entender. Cien años después de que todo ocurriera siguen habiendo interrogantes para la comunidad. La historia, entonces, cobra solamente sentido narrativo. Aun no se ha digerido.


   PARTE TERCERA – LA TRAICION SEGÚN PEDRO

Pedro es el elemento más humano de la escena. Y lo es por varios motivos. Pedro sigue siendo aquel hombre impetuoso y visceral que responde con rudeza, aun con franqueza cada vez que se encuentra en una situación. En su preocupación por la vida del maestro, Pedro tendrá que escuchar varias cosas en estos últimos días de vida acompañando a Jesús. Aunque al final, Jesús buscará un punto de diálogo con él para preguntarle: Pedro, me amas?

Pedro no ve más allá de los acontecimientos, de lo natural. Aun formando parte del elenco de íntimos de Jesús, no atenderá a acertar ni en la transfiguración, ni en Getsemaní, ni ahora tampoco en la cena. Todo ello terminando en la triple negación, antes del llanto amargo. La traición de Judas, su preocupación por saber quién era el traidor. Y al final tan cerca del malogrado, negando al maestro.
Aparta de mi Satanás, me eres tropiezo! Le dirá antes Jesús a Pedro.

Tantas veces vio atisbos de la grandeza de Cristo Pedro, que ahora no podía verlo lavándole los pies. Y Jesús va a enseñarle a Pedro algo de suma importancia que con el tiempo alcanzaría a comprender. Todo lo relacionado con Jesús desde entonces hasta la resurrección será un enorme misterio para Pedro. – Jamás me lavarás los pies!

Pedro ya fue negando a Jesús desde mucho antes a este momento. Su mente, o su concepción judaica  le impedían ver a Jesús como portador de un mensaje de amor, de humildad. Y sin entregarlo al Sanedrín por esas treinta piezas de plata, su corazón ya había entregado a aquel que pensó que podría ser el Mesías. Y ahora, con estos gestos, con tal incomprensión, sin saber realmente quién era Jesús, y quién era para él, se fragua un paralelo a Judas. Pedro camina muy próximo al Iscariote, y también participa de otra traición, la de la amistad, la de los principios.

Mientras Pedro busca con esmero algún tipo de señal para que Jesús le muestre al culpable, al enemigo, al traidor. Mientras su corazón se acelera hasta escuchar su propio latido, entre el sudor y el miedo, sobrecogido, indefenso y triste. La sensibilidad del apóstol pierde señal, y su oración ha desaparecido. Ahora es pasto de la incertidumbre, vive asolado por el derrotismo. Solo logra ver muerte.

Pedro asocia el lado mortal de la escena, la decepción y el alejamiento. Hay otras formas de traición que la entrega. Pedro aparta la mirada de Jesús. Pero Jesús volverá a buscarla, más adelante veremos como, tras negarlo, Jesús lo mira, y Pedro llora.

Jesús siempre perdona, jamás desfallece su amor, siempre nos tiende una mano. Hay formas muy sencillas de superar la traición, Jesús pregunta a Pedro: me amas? A pesar de todo Jesús ya había reconocido a Pedro: Tú eres Pedro le dirá. Y cuando soy reconocido por Dios, a pesar de mis errores, Dios me ama, y siempre guarda esa pregunta, un nuevo SI a Dios. ¿Me amas?



 PARTE CUARTA – LA TRAICION SEGÚN JUDAS

Sabemos por los evangelistas que Judas era ladrón, era traidor, que sustraía de la bolsa cuando podía… Nos han pintado a Judas como la encarnación del mal. Pero Judas también fue elegido por Jesús, también era amigo de Jesús, amado de Jesús e hijo de Dios. ¿Qué obras hizo Judas a lo largo de esos años de ministerio junto al maestro? Pues seguramente hizo lo que hicieron el resto, sanar enfermedades, dar libertad a los cautivos, hacer limosna, orar al Padre, compartir amistad con los hermanos y hermanas que formaban parte del grupo.

Las únicas pinceladas que deja el texto nos pintan a un Judas quejoso, desagradable, arisco, y que parece ir por libre. Pero pienso que no debía ser así, y creo que Judas participaba en mucho con toda la comunidad.

Me gustaría salir del evangelio ahora, caminar hacia el interior de Judas, y preguntarle muchas cosas. Pero entiendo ahora que la comunidad debería haberlo arropado, abrazado, cuidado en un momento de crisis como aquel. No puedo solo ponerme en crítico con una persona que se ha equivocado porque falto a los mandamientos de Jesús, y me vuelvo un orgulloso con capacidad de juicio, y no me hago mejor que los escribas y fariseos, no ejerzo esa justicia mayor que predicó Jesús en el sermón del monte, y no soy bienaventurado. Mi hambre y sed de justicia no se calma.

En la obra el evangelio de Judas, se nos explica que este discípulo entregó a Jesús engañado por las autoridades judías, que prometieron a Judas salvar a Jesús si este se entregaba, protegiéndolo. Y a la luz de esta obra parece que tenemos otro Judas que no esta tan tipificado como en nuestra Biblia.

Existe una cierta marginalidad respecto al Judas hombre que me quiebra el corazón, y quisiera lograr entenderlo. A veces sólo veo a un hombre que se ha equivocado, como yo tantas veces. Otras consigo ver a un hombre desilusionado, que se siente engañado, Jesús no es su Mesías, y eso lo enrabieta y lo conduce a las autoridades. Y ¿Puedo yo hacer sentir así a alguien?¿Desilusionado porque no vio en mi a un amigo, a un compañero, a un hermano…?

A veces veo a un hombre valiente, que sabe que debe hacer este duro encargo. Un amigo de Jesús que decide cargar con la culpa de la traición para llevar adelante la cruz. Y a un Jesús que con ese gesto del pan mojado reconoce esa misión tan difícil. Los veo cómplices, incluso sonriendo en ese momento.

La luz y las tinieblas, la eternidad del bien y el mal, su convivencia. La sugestión, la duda, la tradición. La amistad, el amor. La muerte, la resurrección. El triunfo. Pedro, Juan, Judas. Todos hijos de Dios, todos amados de Dios… ¿inocentes, culpables?


Cuestión de libertad.

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