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domingo, 16 de noviembre de 2014

LUCAS 24 - EMAUS

Lucas 24, 13-35

Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 
Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 
Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 
Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. 
Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. 
Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

  
¿Por qué estoy aquí?
Esta es una de las preguntas más trascendentes para cualquier ser humano. Y también será la pregunta que los discípulos de Jesús se harían tras la muerte de su maestro, cuando ninguno de ellos sabía que es lo que iba a pasar a continuación. No nos es difícil imaginárnoslos preguntándose: ¿por qué nosotros nos quedamos?¿Cuál es nuestro propósito ahora aquí en la tierra?

Este casi último pasaje lucano, narra mucho al respecto de cómo quedó la comunidad tras la muerte de Jesús. Que el evangelista sea descriptivo en tantos detalles nos indica que, realmente, se estaba dando el aviso a una comunidad que posiblemente viviera instaurada en la costumbre y que, casi a modo farisaico, mantenía la pura formalidad. Por ejemplo, ir de dos en dos, ¿lo era desde el alegre mandamiento de Cristo, o lo hacían por mera formalidad?

Personalmente pienso en una comunidad completamente apagada, a la que sólo le queda el recuerdo, las brasas casi consumidas de lo que un día fue compartir la vida con Jesús.

Lucas se muestra muy crítico con la realidad que ha quedado tras la muerte de Cristo. La desesperanza se ha apoderado de sus discípulos, y la luz que brilla en la oscuridad parece que se apaga completamente.  Vivir del recuerdo es vivir en el pasado, y esto provoca un estado de mortandad en el corazón de la comunidad, a la que se mira ahora con ojos entristecidos viendo cómo gestionan la herencia del mismo Jesús. Como aquel discípulo a quien el Señor entregó el talento, y lo escondió debajo de tierra, con miedo.


Seguro que no es fácil retomar el hilo desde el abandono, y volver a implicar a las personas es un camino a veces complicado (no sólo hablamos de motivación, sino que también hablamos de implicación). A éstos que están viendo la historia desde el pasado, Jesús va a colocarlos en mitad de los acontecimientos, y de todo aquello que sucedió y acabó por perderse, Jesús va a promover a cambio para otorgarle vida. Y en el trasfondo se escucha el mensaje de Jesús: Gastad vuestra vida!

La comunidad, vemos seguidamente, es hospitalaria, y como vimos anteriormente, sigue cumpliendo rigurosamente con las formalidades de las reglas de Cristo e Israel. Igual que caminan de dos en dos, también acogen a los desconocidos, y los hospedan, y les dan de comer y de beber. Pero sigue faltando algo, y los hechos, aun siendo buenos… están huecos.

De nuevo, delante de la comunidad, el evangelista nos coloca lo que es obvio. Jesús debe estar presente en nuestra vida. Y debe ser una realidad en mitad de nosotros. Y cuando seamos conscientes de que vivimos con Jesús, la historia que muere en la letra volverá a recobrar vida, porque nuevamente se hace presente la Palabra viva que es Jesús.

Y entonces, nuevamente, Jesús podrá dejar sola a la comunidad que ha recobrado el aliento, la ilusión, el movimiento del amor. Y sin darse cuenta, estarán caminando solos. Invirtiendo talentos.

Por último, no se quedan con el saber, sino que van a comunicarlo al resto. Lo propagan. Las cosas buenas salen a la luz: Este es el cometido de la comunidad, propagar la Buena Noticia de Jesús, el evangelio. Y la mejor forma de hacerlo será con nuestras propias vidas, de ejemplo entregado a vivir la alegría de ser como Jesús.

Emaús, termina precisamente en una Eucaristía.

El trasfondo de este pasaje es claro, y nos enseña que caminar con Jesús calienta nuestra alma, y alienta nuestro corazón. Y que seguir a Jesús desde lejos, implica una regresión espiritual.

Vimos que Pedro, cuando negó a Jesús, decidió calentarse con el fuego de los sirvientes del sacerdote, y descubrimos que la pasión espiritual de su corazón retrocedió hasta el punto de negar a Jesús. Cuando el fuego por Jesucristo se enfría, buscamos calor en cualquier parte.

No es casual pues, que Lucas nos narre también esta situación de lejanía de los caminantes respecto de Jesús, a quien no llegan a reconocer como una actitud en la que podemos caer como comunidad, como pueblo de Dios. Y que la enseñanza, entonces, vaya directamente dirigida a contemplar la necesidad, primero, de tener comunión con Jesús, para después tener una comunión viva con el mundo.

Emaús es el tránsito de aquello que se apaga hacia aquello que se enciende, que prende.


Este es el trasfondo de la resurrección, y esa es nuestra celebración. Jesús nos ha dado un Espíritu de vida y de valentía para luchar contra el mal del mundo que apaga la vida. Que haya en nuestro corazón ese amor ardiente del Jesús vivo, y que nuestra fe refleje esa esperanza de una vida de amor y comunión entre los seres humanos.

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