Translate

sábado, 22 de noviembre de 2014

MATEO 12 - CAFARNAUM

 

La madre y los hermanos de Jesús (Mt. 12, 46-50; Lc. 8, 19-21)

31 Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.  32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. 33 El les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

En Cafarnaúm se sucede lo que ha venido a llamarse: la vida pública de Jesús. El principio de la etapa ministerial del maestro, los momentos de los grandes discursos, de las muchas parábolas, de las lecciones. Agolpados junto a él, una muchedumbre que escucha el mensaje. Y a su lado, los discípulos, que acaban de recibir su apostolado a orillas del mar de Galilea.

En Cafarnaúm, no obstante, se celebran las primeras cenas entre Jesús y  los suyos. El núcleo fuerte. Si bien es cierto que durante aquellos días era tanto el trabajo que, a veces, hasta se les olvidaba de comer.  Y qué humano, porque aun queriendo reservar para el día esos momentos de retiro silencioso para buscar la relación íntima con el Padre, lo cierto es que solemos hacer como ellos, y ofrecemos el día a nuestro trabajo, a nuestros voluntariados, a nuestros estudios, proyectos… Horas, horas, horas. Nos olvidamos de comer.
No obstante, en estas primeras cenas empieza a forjarse esa actitud que se prolongará hasta la última cena. Y de este modo, este primer amor más visceral se transformará en voluntad de entrega, fidelidad, amistad y compromiso. En esta forma de conocer a Jesús, el evangelista retratará que: tanto amó a los suyos que estaban en el mundo, que los amó hasta el fin.

Así se instituye la eucaristía, el mandamiento del amor, la fidelidad del servicio. Así, también, se suceden las complicidades, se comentan los proyectos, se comparten los sueños. En la cena, igualmente, aprendemos a descansar en el amado, en su pecho. Aprendemos no sólo del momento eucarístico, aprendemos a escuchar el pálpito de su corazón.

Son, pues, estas primeras cenas las que después del trabajo, del ministerio, de nuestra sujeción con el mundo, nos permiten entrar en la intimidad de la familia. A veces ofrecemos descanso, a veces una confidencia, a veces lo hacemos en silencio. Jesús acaba de presentar el sermón del monte, y dónde si no cenando, entrando en esa intimidad, encontramos un mejor escenario para que su enseñanza se vaya posando en nosotros?

Juntos descubrimos el Reino, a Dios. Será curioso descubrir que cuando Mateo se refiere al Reino, se está refiriendo directamente a Dios, aunque sin nombrarlo. Los judíos, habían preceptuado tanto la vida, que ya sólo les quedaba no nombrar a Dios. Así, ante la imposibilidad de llevar a cumplimiento su normativa, encontraron la forma de no tener que dirigirse directamente a Dios.

Nosotros celebramos la vida, y cada uno aporta lo mejor que tiene. Algunos ternura, simpatía. Los hay que aportan sabiduría, y algunos incluso  una canción, un poema. No nos hace falta tener que eludir nombrar a Dios, porque a diferencia de los judíos, nosotros nos equivocamos mucho, muchísimo, y no tenemos esa necesidad de perfección, o de purificación. Mi fragilidad, mi imperfección, mis errores, son muchos. Pero entiendo que lejos de condenarme, Dios me ama así, tal como soy. Entonces, voy a tener que cumplir todos los mandamientos? O voy, simplemente, a dejarme amar por el Señor?


No es fácil la respuesta, aunque a veces viene bien recordarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario