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miércoles, 24 de diciembre de 2014

LUCAS 1, 67 - 24 DE DICIEMBRE

Lucas 1, 67 – 80: Entonces su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a redimir a su pueblo. Nos envió un poderoso salvador
 en la casa de David su siervo (como lo prometió en el pasado por medio de sus santos profetas), para librarnos de nuestros enemigos  y del poder de todos los que nos aborrecen;
para mostrar misericordia a nuestros padres
 al acordarse de su santo pacto.
 Así lo juró a Abraham nuestro padre: nos concedió que fuéramos libres del temor,  al rescatarnos del poder de nuestros enemigos, para que le sirviéramos con santidad y justicia, viviendo en su presencia todos nuestros días. Y tú, hijito mío, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para prepararle el camino. Darás a conocer a su pueblo la salvación mediante el perdón de sus pecados, gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios.  Así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz.» El niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó públicamente al pueblo de Israel.


Amados y amadas, ahora ya es cuestión de contar las horas que faltan para preparar la mesa, recibir a los invitados, saludarnos, abrazarnos y sentarnos a cenar este 24 de diciembre, festivo, y antesala del nacimiento de Jesús. Zacarías habla de la visitación de un Sol naciente que viene para iluminar a la humanidad, a salvar y a perdonar, a guiarnos por la senda de la paz. Por tanto, si podéis, buscad un momento para celebrar un breve espacio de oración, que puede ser individual o puede ser compartida, para encontrarnos con nuestro ABBA Dios en intimidad, porque también a Él hoy vamos a recibirlo, abrazarlo, saludarlo y sentarlo a comer con nosotros en la mesa. Guarden una silla, pongan un plato, sírvanle y pónganle vino.

Zacarías, lleno del Espíritu, clama y proclama libertad. En casi todas las referencias que va a hacer en esta plegaria se masca ese sonido de libertad, de rescate, de salvación, de luz. Todo encuentro personal con nuestro amado Dios acaba por ser un bello poema que siempre evoca esa experiencia del sacerdote judío, en esperanza, en gratitud. Sintamos, entonces, qué palabras salen de nuestro corazón en este espacio de intimidad de hoy, porque desde este espacio improvisado de relación queremos que aquellas cosas que oscurecen a nuestro ser puedan ser expuestas a la luz del Cristo naciente, sin temor. Llega esa gran luz, dispongamos allí nuestros temores, nuestras dudas, nuestros miedos, inseguridades… preparemos en esta oración todas estas cosas para poder entregarlas a la Luz que viene con la seguridad que la calidez de su irradiación les dará el suficiente impulso como para reconvertirlas a bien, a positivo. Esta noche confiamos, de nuevo, nuestras esperanzas en el Salvador.

Dios busca profetas, personas que deseen llevar adelante la Buena Noticia de la salvación que es en Cristo. Mujeres y hombres implicados en la Navidad, corazones que deseen compartirse con el ser humano, seres que transmitan vida y esperanza. Hermanos y hermanas que hagan familia. Personas que quieran secar lágrimas, pero que también sepan llorar. Amigos y amigas que se gocen el uno del otro. Amantes. Entrega…

Había una bonita tradición que estuve haciendo estos últimos 4 años que era la de salir a la calle de la ciudad e invitar a personas necesitadas a ducharse, cenar con nosotros, quedarse a dormir, y luego decidir si querían quedarse a compartir vida en nuestra casa o regresar a la ciudad. Y fue bello porque siempre estaba la opción libre de quedarse, o no. Sin ser un compromiso, decide lo que quieras y gracias por haber venido a cenar, a cantar, a charlar, o simplemente a dormir, porque la calle castiga al cuerpo y quizás esta noche Buena, sea para algunos noche de caldo caliente y cama entre mantas.

Es la dualidad en la que vivimos en esta sociedad nuestra, riqueza y pobreza repartidas en una misma calle. Hoy podría ser un buen día para acercarnos a los que están más necesitados para ofrecerles nuestra humilde hospitalidad. Acérquense, hagan lo que puedan, acuérdense de los niños que no van a tener opción a recibir un regalo y denles uno. Sean anónimos y no busquen con el gesto sino compartir el suelo con el otro, consuelen.

Hagan lo que hagan, recuerden estas palabras de Zacarías: “viviendo en tu presencia todos los días”, porque esta es la clave que nos va a ayudar en el diario, saber de este Dios inagotable que siempre, en todo momento y circunstancia, cuida de sus hijos e hijas. Viviendo en una presencia, también, que cada día nos propone alargar la obra de Jesús: preocuparse por el hambriento, por el desnudo, por el enfermo…

Viviendo todos los días en la presencia del Amor. Que este pueda ser nuestro gran motivo, nuestra gran meta, el horizonte. Porque yo Señor quiero aprender a poder vivir así, cada día en tu presencia.



Familia, disfruten de este 24 que ya nos conduce de manera irremisible hacia Jesús. Será precioso y quizás, quién sabe, esta noche regresen aquellos nervios del chiquillo que espera la mañana del 25 casi sin dormir.

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