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lunes, 15 de diciembre de 2014

MATEO 21, 23 - QUIEN TIENE AUTORIDAD?

Mateo 21,23-27: En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».


Jesús se muestra astuto, locuaz, sabe manejar la situación  y hace callar a los sacerdotes y a los ancianos, que eran los más sabios del pueblo entonces. Y los hace callar respecto de las cosas que tienen que ver con Dios. La pregunta de Jesús compromete a las cabezas del pueblo y en el evangelio de Mateo este pasaje responde a una situación muy curiosa. En aquel tiempo, según narra el evangelista, los hombres de Israel ya tan siquiera nombraban a Dios, sino que en su lugar usaron de conceptos como el Reino... Dios, poco a poco, había dejado de nombrarse por temor.

El temor, es uno mal enemigo. Malo porque paraliza, seca y choarta. Hay enemigos que permiten lucha, pero el temor no. Temer viene a ser algo así como impedir e impedir viene a ser algo así como dejar de. Israel ha dejado de ver a Dios, de escuchar a Dios, de sentir a  Dios, y en cambio, para ellos, toda autoridad viene dada por la Escritura, por los rollos.

Juan el Bautista coge el relevo de los antiguos profetas de Judá e Israel, toma esa voz a la que Dios autoriza para proclamar, para denunciar y para llevar esperanza. Aquella actividad interrumpida durante tantos años, ahora regresa desde el desierto, y lo hace como profeta, lo hace como aquel Elías que tenía que venir y lo hace ofreciendo perdón, como tantas veces Dios usó a los Oseas, Jeremías, Jonás... para declarar que el pueblo debe arrepentirse para poder acceder a su favor.

Negar el bautismo de Juan implica negar la historia. Decir NO al Bautista es como decir NO a la profecía  y oponerse a la profecía implica que la historia de Israel ya no es la historia del encuentro con Dios, sino la historia de otra raza más. Necesariamente el bautismo de Juan viene del cielo, y los sacerdotes y los ancianos lo saben perfectamente, pero optan por callar. No obstante, el evangelista aclara una cosa: callaron por temor, precisamente su posición social viene dada por todos estos elementos que ahora Jesús les interpela. La historia de Israel es la historia que se ha forjado desde profetas tan distinguidos como Moisés, Eliseo, Isaías, Ezequiel... y con ellos la historia del Éxodo, la deportación de Babilonia, la reconstrucción del Templo... David, Salomón...

¿Cómo negar la historia?

Las palabras de Jesús se clavan como agujas en las gargantas de los sacerdotes, y como dagas en el corazón de los ancianos. Un pueblo tan ligado al Dios liberador no va a negar su historia, y Juan, innegablemente, es quien sucede a Malaquías, quien ya predica con el Templo reconstruido.

Jesús evoca a lo histórico, y como ocurre ahora, con Juan, trascendió también con Malaquías, cuando el profeta predicó entorno a nuevos problemas relacionados con el falso culto, la hipocresía y el fraude en los diezmos. A los sacerdotes ya no les importa transmitir la Palabra de Dios, han dejado al pueblo huérfano e ignorante

El poder es, muchas veces, sinónimo de corrupción. Los que dirigen, o pueden dirigir, son también presa de la codicia, de las comisiones y tienen los bolsillos manchados de sangre. Controlan la historia, los cracks, la economía y regulan la vida de las personas, ahora ahogamos más, ahora soltamos la cuerda. Y ellos también han dejado de nombrar a Dios. Nosotros podríamos preguntarles con qué autoridad hacen estas cosas? Pero la respuesta es obvia, porque ustedes nos han legitimado para governar.

Yo quiero, ahora, que la pregunta se invierta, y el poderoso venga a mí a decirme con qué autoridad hago yo estas cosas. Cómo quiero parecerme a Jesús, aprender de él, para intentar cambiar la injusticia, para derrocarla.

Jesús que dijo “sed mansos y humildes y aprended de mí”, nos invita a reaccionar con esta misma mansedumbre ante lo que está mal. Hay que aprender a enfrentarse con el poder y a gestionar el mundo desde el Amor. Hay que erradicar la pobreza y el hambre repartiendo los recursos de forma equitativa, hay que acabar con la violencia de género a través de la educación, de la formación, del apoyo. Hay que preservar la ecología, el medio ambiente, la vida. Y HAY QUE HACERLO!

Quizás, luego, algunos pregunten: con qué autoridad hacéis estas cosas?

Y nosotros podamos decirles, CON LA AUTORIDAD DE JESUS.



Que hoy hallemos ese lugar en el corazón que quiere enfrentarse al poder mezquino y unirse a la autoridad de Jesús

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